lunes, 6 de mayo de 2019

Las cosas que hay que ver...

No suelo escribir sobre este tipo de cosas, muchas veces por la cantidad de desconocimiento que poseo sobre el tema el cuestión, otras tantas porque no se si es pretencioso o llega a algún punto de intrusismo que yo, debido a mi genero, pretenda escribir sobre un tema así. La mayoría de veces ni comento ni escribo nada sobre el tema y si lo hago suele quedarse en la privacidad de un papel o de un texto de word en el escritorio (que luego acaba en la papelera por mis neuras).

Voy a contar una cosa que me ocurrió el otro día mientras trabajaba. Esto pasó el Viernes por la noche. Sobre las 8.30/8.45 empezó a llegar una reserva que teníamos en una zona del restaurante que está separada del salón principal por unas "paredes" de madera, es una especie de reservado el cual se puede cerrar completamente para dar algo de privacidad. La mesa que estaba reservada para 8 (que al final fueron 7) constaba únicamente de mujeres. Estás habían quedado con una chica para realizar un tuppersex dentro del reservado y luego cenar. Sobre las 11.20 empezaron a cenar y se quedaron hasta bastante tarde.
Sobre las 12.00 de la noche solo tenía dos mesas en el restaurante, una de dos chicos, y la que estaba en el reservado. Fui a cobrar a la mesa de los chicos cuando me preguntaron si en el reservado había una fiesta privada (porque había estado completamente cerrado y se oía mucho jaleo dentro, yo les contesté que simplemente era un cumpleaños con tuppersex que habían organizado ahí dentro (Inocente de mí, dando mas información de la que es necesaria, pensando que la gente es adulta...) a lo cuál los chicos enseguida empezaron: "¿Entonces es una mesa sólo de mujeres? Buah, ahí a que entrar como sea".
Terminé de cobrarme la cuenta y se acercaron enseguida a la zona reservada (que ya tenía las puertas abiertas) y mientras se asomaban dijeron: "¿Que bien os lo pasáis no?"
Estuvieron tonteando con ellas y de risa unos 5 minutos y enseguida se marcharon por la puerta y ellas siguieron con sus risas y su música hasta las 2 de la mañana (¡¡¡Aquí hago un inciso para deciros a todos que la gente que trabaja en Hostelería QUIERE volver casa y descansar, iros a casa hijos de puta, tengo dos gatos que me esperan ansiosos!!!!)
Todo parece normal, nadie se ha molestado, nadie ha sido "irrespetuoso", todo jiji y jaja pero aquí viene mi reflexión.
Los tíos han preguntado si estaban solas, es decir, si están solas ellos como hombres, sujetos que dominan el espacio, se ven con autoridad para invadir un espacio privado y seguro (como puede ser una cena con tus amigas en una zona reservada). Osea, por lo que parece si hubiera habido otro hombre en ese espacio no se hubieran acercado a tontear porque en ese espacio si que hay una figura que domina y posee ese espacio. La mujer, como no tiene un estatus de poseedora se le puede invadir sin problemas el espacio. Además, puedes tontear con ellas sin tener presente si quieren, si les molesta o si estas rompiendo ese espacio seguro y de confort que pueden tener en ese momento.

Nadie se ha molestado, nadie ha visto ese acto de una forma nociva, nadie ha visto esta apropiación del espacio, para que luego digan que el feminismo no es necesario y que sois todas unas exageradas.

viernes, 12 de abril de 2019

Lo escribí mientras soñaba con beber...

El bar era un viejo tugurio que se habría abierto hacía más de medio siglo y había pasado de dueño en dueño sin renovar apena nada del mobiliario que contenía. Mesas de madera se colocaban contra las paredes rodeadas de unos asientos viejos y robustos, un esqueleto de madera maciza recubierto por un forro de piel oscura, en la mayoría de casos ligeramente rota y en algunos pocos rajada de arriba a abajo, dejando parte del relleno al aire libre. El suelo no importaba las veces que se limpiara pues era imposible que perdiera ese aspecto de sucio, además, el alcohol que se vertía cada noche en el local hacía que fuera inviable no pegarse al suelo según andaba la noche. El ambiente era una mezcla entre alcohol, tabaco y un olor a viejo y cerrado que solo se podía apreciar si eras de los primeros en entrar antes de que el resto de olores taparan el olor de los muebles semicentenarios.

-Un escritor, un poeta, necesita una musa - Los dedos golpeaban nerviosos la mesa de madera, habían grabado en aquella mesa mil y un nombres, a veces era solo el nombre de alguien que había tenido la necesidad de pasar a la posteridad de alguna forma, otras era una forma de impresionar a alguien con el uso del cuchillo contra la madera, a veces alguna frase de la que se podía rescatar algo con sentido. - Pero una musa no tiene por que ser una persona, no tiene porque ser un ser amado, Tu musa puede estar en una persona, claro, pero también puede estar en un objeto, en un pensamiento recurrente, en un sentimiento en un momento dado o incluso a veces, una musa puede estar al final de una botella de Jhonny Walker.

Mi amigo se rió mientras volvía a pegar un trago a su cerveza, allí nadie se acercaba a la mesa a preguntarte si querías algo más, nadie se acercaba a tu mesa a limpiar con una bayeta si se te caía un poco de liquido por esta. Si algo faltaba en aquel bar de mala muerte eran comodidades, pero aún así nos sentíamos como en casa. Quizá sea triste que un sitio donde pasas la mitad del tiempo borracho lo consideres tu casa, pero aquella idea nos parecía que pegaba con aquel estilo de escritores bohemios, decadentes y descastados. De todas formas la mitad de las veces no teníamos que lidiar con esos pensamientos pues o estábamos borrachos o estábamos durmiéndola.

- ¿Y tu musa puede ser un polvo? - Mi amigo sonrió, era un cerdo, pero era lo mejor que había podido encontrar y el único que me aguantaba después de tantos años. Muchos más decentes habían estado pero al final mi modo de vida decadente y auto destructivo había hecho que la mayoría acabaran prefiriendo dejar de estar a mi lado antes que quedarse a ver como volvía a recaer en otra espiral de autodestrucción y autocomplacencia.

-Tu musa puede estar en cualquier parte, hasta en la puta idea de una triste paja en los cuartos de baño de un triste restaurante, mientras piensas en todas esas mujeres que alguna vez has deseado y no te han hecho caso, porque ellas se merecen algo mejor que un cerdo ególatra, narcisista y descastado que no piensa mas que en si mismo y en echar un polvo, en cualquier cosa. - Torció el ceño, siempre lo hacía cuando le decía algo que no le gustaba, pero solo tenías que ir a por un par de cervezas más, que a esta hora ya no estaban frías si no que te las servían templadas, pero ibas tan jodidamente ciego que te importaba una mierda y pagas igual por ellas, para que se le pasara el enfurruñamiento y te volviera a hablar como antes.

Me levanté del siento, la piel se despegó del pantalón con ese sonido característico de cuando algo se queda pegado. Apuré la cerveza y me acerqué a la barra mientras mi amigo se centraba en su bebida. Siempre tardan bastante en servirte en la barra, a menos que supieras abrirte paso entre los idiotas que esperaban pacientemente, o a menos que alguno de los camareros se conociera tu cara y a mí me conocían todos, podía haber empapelado todo el bar y todo el edificio con la cantidad de pegatinas de botellas y botellines que habíamos vaciado en ese sitio. La soledad se volvía amarga y se detenía en la garganta, era difícil de tragar y entraba mejor con unos cuantos litros de cerveza, de whisky o de la mierda que encontraras a mitad de precio. Desde la barra podía verse la cristalera que daba paso a la calle, un cristal lleno de papeles sobre conciertos, charlas, meetines y mierda que se había amontonado durante años dejando lo que en un principio hubiese sido un pulido cristal transparente convertido en una superficie traslúcida que dejaba pasar La Luz y algunas leves imágenes y sombras.

Hice mi pedido al camarero que se había acercado mientras miraba de reojo por el cristal, deberían ser las 10 de la noche ya, la gente cada vez iba pasando menos por la calle. Dos cervezas de barril, servida en jarra, y dos chupitos de whisky. Una sombra pasó entre los carteles, demasiado familiar para no llamar mi atención. Salí disparado hacia la puerta y la empujé con fuerza. Las bisagras chirriaron levemente mientras la puerta daba paso a un golpe seco de frío. El contraste era brutal, dentro entre el humo y la gente se mantenía un calor constante, como si todos los pecadores y condenados que allí dentro estábamos estuviéramos en una sala de torturas del infierno, lo cuál entre la pésima calidad el alcohol, la horrible compañía y el ambiente de decadencia se me antojaba cada vez más posible. Fuera, el aire frío golpeaba contra las fachadas de los edificios y se colaba entre los callejones y los balcones de estas. Giré rápido la mirada, ví una figura a lo lejos. Un largo abrigo negro que caminaba con prisa, unas piernas esbeltas que subían interminables a esconderse en él por el frío, una bufanda rodeando un cuello y una melena rizada moviéndose hacia los lados, imitando el vaivén de la marcha que marcaban sus caderas. El corazón se me paró durante un segundo, quizá por la cantidad de alcohol que había bebido, quizá por mi insalubre estilo de vida, quizá por los recuerdos que se habían agolpado y habían hecho un muro que no dejaba que nada pasase, ni si quiera la sangre al corazón.
Alguien me movió el hombro y me despertó del ensimismamiento que tenía encima.
-Eh, tío, tienes que ir a pagar la copa, el barman está gritándote desde hace un buen rato, tienes que ir a pagar la copa - el hombre insistió varías veces, demasiadas veces, poco a poco fuí entrando en razón y empecé a ordenar mis ideas - ¿Que pasa que has visto a un ángel?
- A una ninfa, a una musa - Entré corriendo en el local, mientras el tipo intentaba discernir toque había pasado, pero dudaba que se acordará de ello diez minutos mas tarde. Cogí las bebidas y deje el dinero, sin esperar que me devolvieran el cambio me marché corriendo hacia la mesa, mi colega ya se encontraba hablando con un parroquiano que había pasado a saludar y se habían enzarzado en una discusión absurda que nadie entendía. Dejé las copas encima de la mesa, me bebí el chupito de un trago y le acerque las dos cervezas a su mano. Rápidamente alargué la mano hacia el perchero y recogí la chaqueta y la bufanda que había dejado colgadas.
-¿Que haces? ¿Dónde vas? ¿Qué pasa? - Mi amigo intentaba entender que había pasado en esos 5 minutos de barra, normalmente si salíamos tan rápido de alguna sitio era por que teníamos algún problema, habíamos cabreado a alguien o debíamos dinero a alguien.
-Tengo que irme, tengo que hacer algo - Mi amigo vio las dos cervezas llenas bajo su mirada y las acercó receloso bajo su amparo protector mientras miraba al otro tipo, haciendo entender que aquello era solo suyo.- Necesito escribir.

lunes, 4 de febrero de 2019

Me encanta...

Me encanta cuando me miras con esos ojos que me quitan el aliento.
Me encanta tu sonrisa por la mañana cuando te despiertas y me miras.
Me encanta cuando canturreas como un perrito las canciones de la radio porque no te sabes la letra.
Me encanta cuando vas de niña bien, con tus perlitas.
Me encanta cuando no vas de niña bien y te quitas hasta las perlitas.
Me encanta acostarme a tu lado por la noche y dormirme mientras te abrazo.
Me encanta levantarme a tu lado por la mañana, y empezar el ritual para que lleguemos a trabajar.
Me encanta ver una serie contigo, sobretodo comentar los pequeños detalles.
Me encanta cuando dices cosas que nunca dices, porque me hacen sentir muy especial.
Me encanta cuando me hablas de música, porque noto la pasión que te invade cuando lo haces.
Me encanta cuando me tiras agua y luego te ríes con esa risa tan adorable (y un poquito maliciosa).
Me encanta cuando me dices que te encanto, y me das las gracias por las cosas mas sencillas.
Me encanta tu carita de pena, esa que cuando pones acabo haciendo lo que tu quieras.
Me encanta cuando hablas en ingles, y te escucho con tu precioso y correctísimo acento y no entiendo  nada.
Me encanta escuchar una y otra vez los pocas cosas que me has enviado cantando, que guardo como un tesoro.
Me encanta abrir mi caja de recuerdos y ver las entradas de los sitios que hemos ido, y sonreír como un idiota recordándolo.
Me encanta cuando te indignas por algo que he hecho y dices mi nombre y me das un golpecito en el hombro.
Me encantan tus chistes, bromas y borderías.
Me encanta cuando me dices que mis mensajes serían mucho más bonitos si me molestara en poner las tildes.
Me encanta cuando suspiras al hacerte cosquillas en la espalda, y con hilo de voz me recuerdas que: "no son las mejores del mundo, pero vas mejorando".
Me encanta que quieras pasar tanto de tu tiempo conmigo, aunque al final acabemos llegando tarde a todas partes.
Me encanta que te hayas instalado el Pokemon Go para jugar conmigo (aunque no seas amarilla).
Me encanta cuando me dices las cosas sin decírmelas, cuando tus ojos se cruzan con los míos y los desvías, para hacerme entender lo que te da vergüenza decirme con tus labios.
Me encanta hacer la comida y prepararte una fiambrera para que al día siguiente, aunque no podamos vernos, compartamos la comida y te acuerdes de mí.
Me encanta cuando me escuchas, completamente atenta, y pones atención a cada palabra que te digo, para luego decirme lo interesante que te parezco, a veces.
Me encanta empezar en tus labios, recorrerme a besos tus mejillas y morir en tu cuello.
Me encanta cada segundo que puedo pasar contigo, por pequeño que sea, cada minuto que puedo disfrutar y cada hora que puedo tenerte, por corta que se me haga.
y sobretodo
Me ENCANTA mi dibujo de los dragoncitos, es termendamente adorable.

miércoles, 28 de marzo de 2018

Odio el amor mas de lo que amo el odio.

Los latidos de su corazón resonaban al compás de los jadeos que emitía mientras se recostaba la cama intentando poco a poco rebajar su ritmo cardiaco. Las pulsaciones fueron bajando a media que su corazón dejo de necesitar bombear sangre a su polla y el a tientas busco en la mesita de noche el paquete de tabaco que había dejado allí aquella noche, aunque no recordaba si entero o vacío. A su lado ella disfrutaba de los últimos estertores de aquel polvo, recreándose todavía en la sensación de sentirlo entrar dentro de ella, de abrirla completamente con cada golpe de cadera y de como iba creciendo a medida que estaba apunto de correrse. Las sabanas habían desaparecido en algún momento de la noche, y ninguno tenía pudor como para molestarse en buscarlas.

-No me queda ni un cigarro - maldijo él mientras apretaba en su puño el paquete vacío y lo lanzaba contra el suelo. Aquella noche había pensado en parar en aquella gasolinera para comprar un paquete nuevo, pero ella estaba cachonda y él no es que tuviera muchas ganas de retrasar aquello así que ni se planteo parar. Alargó un poco mas la mano y agarró del suelo enmoquetado lo que quedaba de una cerveza que había abierto el día de antes. Sabia a mierda, pero el sabor a mierda era mucho mejor que la sensación de sentirse sobrio.- ¿A ti no te quedará ninguno no? 

Ella no respondió, apenas había escuchado lo que el le había dicho, simplemente se deleitaba con el momento, simplemente disfrutaba de aquellos segundos en los que el mundo se detenía para dejar que su cuerpo se evadiera. Era algo más que soltar adrenalina, era algo mas que quitarse el estrés de encima, era casi como salir de su cuerpo y quedarse suspendida en el aire para luego volver a bajar y notar poco a poco despertar tu cuerpo con un cosquilleo leve que empezaba por la punta de los dedos y el calor que todavía tenía dentro. Se parecía a uno de esos viajes que te pegaban cuando conseguías mezclar las pastillas correctas en el orden correcto.

El chasqueó la lengua mientras se levantaba de la cama, con la mano izquierda se quitó condón, le hizo un nudo y lo tiro a la papelera que había en el cuarto. Era el típico cuarto de motel, lo mejor que podías conseguir si no querías pagar mucho por noche y no te importaban los ruidos en otros idiomas a las tantas de la noche. Dejó la cerveza en una de esas mesas redondas de madera y encendió la Luz del cuarto de baño.

-¿No te vas a quedar un poco más en la cama? -la voz de ella salió con dificultad, como un suspiro, su pecho todavía bajaba y subir agitadamente, ahora con la luz del baño iluminando el cuarto podía ver sus pezones rosados, en uno de ellos todavía estaban las marcas de sus dientes y se encontraba en un tono un poco mas rojizo. Después le dolería.

-Ya sabes como va esto, preciosa - Siempre las llamaba así, nunca se acordaba de sus nombres, era mucho más fácil usar un mote cariñoso, un apelativo al que se sintieran vinculadas, para no decirles que le importaba una mierda como se llamaran, o si aquello les ofendía lo mas mínimo. Para él aquello era una mera transacción. - No quiero verte cuando salga de la ducha, tengo trabajo que hacer.

-¿Trabajo? Si no ha escrito nada, has llegado a tu limite, ya no vas volver a escribir nada - ella le saco el dedo mientras el cerraba la puerta del baño ignorando los comentarios de esta. Encendió la ducha y esperó durante varios minutos dejando que el agua cayera hasta que el viejo calentador se puso en marcha y el vapor empezó a subir. Fuera se podía oír ruido, estaría recogiendo sus cosas y gritándole alguna cosa, seguramente le iba a tirar algo contra la puerta, era lo que siempre hacían, pero al final, después de un par de semanas, siempre acababan volviendo. 

Se metió bajo la ducha, el agua caía sobre su cabeza, quitándole el olor a sudor, a sexo, aquello se le impregnaba en la piel y tenía que frotar para quitarse esa sensación del cuerpo. Odiaba aquello, pero a la vez era incapaz de parar. Dejó que el agua cayera sobre el hasta el punto de quemarle, entonces apagó el grifo y cogió una de las toallas que solía dejar el servicio del motel por la mañanas. Se la cruzó en la cadera y sacó el cepillo de dientes y la pasta de uno de los cajones del armario. Se lavó y enjuagó la boca hasta dejo de notar el sabor de ella en la lengua. Después salió y abrió la nevera que había debajo de la mesa y saco una bolsa de snacks y una botella de Bourbon barato. El vaso estaba encima de la mesa, en la posición de siempre, marcando el surco de humedad sobre la madera, como si jamás lo hubieran retirado, o como si el vaso hubiera venido con la propia mesa. Llenó el vaso y encendió el portátil, este hizo el ruido característico de encendido. Cuando estuvo cargado el sistema recorrió con el ratón todo el escritorio hasta clicar encima del correo. Tenía al menos 100 nuevos mensajes, algunos de su editor preguntando si había avanzado algo con la nueva novela, otros de algún chiflado que había conseguido su dirección y quería preguntarle si podía firmarle algo, un par de mensajes de viagra y otro de una tienda de muebles. Marco toda la Bandeja de entrada y la eliminó   sin leer ninguno de aquellos mensajes. Dio un sorbo al vaso de Bourbon y dejo poco mas de la mitad,  casi podía notar como aquello le quemaba la garganta y pasaba hasta el estomago, este hizo una mueca, llevaba unos días con molestias, pero aquello no era importante. Desplazó el ratón a otro icono del escritorio, en este ponía: " proyecto nueva novela". Colocó el ratón encima y volvió a darle doble click para abrir el archivo. Ante el se mostró un editor de texto completamente en blanco, sin una linea escrita. Sus dedos se movieron rápido por el teclado escribiendo párrafo tras párrafo, parándose durante unos segundos para corregir alguna expresión, algún detalle que se le había pasado por alto, algún insulto que quería que sonara mucho mas grosero que el anterior. Pasó tres horas al menos escribiendo sin parar un solo momento. Cuando miro al margen izquierdo el contador marcaba 47 páginas. Releyó durante un momento lo que había escrito, después movió el cursor hacia la X que se hallaba situada en la esquina superior derecha. Cuando el editor le avisó de que si quería guardar los cambios pulso en no. Respiró hondo y acabó su cuarto o quinto vaso de Bourbon, y su mano fue a buscar el paquete de tabaco, pero recordó que no le quedaba un jodido cigarro. Acababa de escribir la mayor mierda de su vida, las peores 47 paginas de su carrera como escritor y no podía ni fumarse un puto cigarro. Cerro el portátil de un golpe y metió la botella en la nevera. Se levantó y tuvo que cogerse de la silla para no caerse, el alcohol sube mucho más con el estomago vacío. 

Buscó por el cuarto algo de ropa interior pero estaba toda para lavar, asique cogió unos pantalones, que habían vivido mejores momentos, una camiseta que había colgada en el perchero. Cogió un par de billetes del cajón de la mesa y salió del cuarto. Recordaba que había una tienda no muy lejos, a un par de manzanas de donde estaba el motel, allí venderían algo de tabaco. El recepcionista le saludo al pasar por la entrada pero el ni siquiera se molestó en contestarle. Los primeros días le había pedido que le firmara un ejemplar de su último libro, el le había contestado que si quería la firma de un don nadie en un trozo de mierda podía firmarlo él solito. Al día siguiente se encontró su libro en el contenedor al tirar la basura. Era algo lógico, el también lo hizo cuando su editor le enseñó la primera edición encuadernada. 

Pasó por un par de calles intentando cruzarse con la menor cantidad de gente posible, hasta llegar a lugar en cuestión. Era un pequeño antro no mas grande que su habitación de motel. Lo regentaba un asiático que bien podía ser chino, vietnamita o japonés. Eso a él le importaba una puta mierda. Ni siquiera iba a molestarse en mirarle a la cara cuando fuera a pagar. Paseó por los dos pasillos que tenía la tienda y cogió un par de bolsas de snacks, una caja de condones, otra botella de Bourbon y le señaló al asiático que le sacara un par de cajetillas. Dejo el dinero y el hombre le devolvió exactamente el cambio sin decir una sola palabra. Era lo que le gustaba de esa gente, que no le jodía a preguntas de ¿Como ha ido el día? ¿Se encuentra bien? o soltaba alguna frase de mierda al estilo de: Menuda fiesta te vas a pegar, al ver el alcohol y los condones. Metió todo en una bolsa de plástico que le ofreció el hombre, evitando todo cualquier tipo de contacto físico y después salió a la calle. 

Fuera había empezado a refrescar y el rebuscó entre lo que había comprado hasta encontrar el paquete de tabaco. Estaba sacándolo cuando un tío se le acercó y lo cogió de la solapa de la chaqueta.

-¿Te ha gustado follarte a mi chica? ¿te lo has pasado bien con Sara? - El tío parecía alterado y el aliento le olía a alcohol, había tenido que parar en un bar para armarse de valor y venir hasta ese sitio a plantarle cara al tío que se estaba follando a su mujer.
-Araña un poco con los dientes al chuparla, pero no lo hace mal, con el tiempo lo hará mejor - Aquella respuesta era todo lo que necesitaba, el golpe fue directo hacía la cara por el lado derecho. No intentó defenderse, ni siquiera esquivarlo. Podía haberlo parado, era algo muy previsible pero dejó que lo golpeara en la cara. El puño golpeó su mandíbula y notó como su cabeza temblaba y su cerebro se removía dentro de su estúpido craneo. Al primer golpe le siguió otro, no en el mismo punto pero cerca, y un tercero, y un cuarto. Dejó de poder contarlos a partir de ese pero pudo oír como crujía un hueso en uno de esos golpes. El idiota acababa de romperse el dedo. Levantó la mirada, lo veía todo borroso y la sangre que salía de su ceja le tapaba completamente la visión del lado derecho. Iba medio borracho así que el dolor no era algo que le preocupase demasiado, así que agradecía la sensación de su cabeza palpitar y su corazón agitarse. Enfrente de él el otro tío se sujetaba la mano durante unos segundos, había golpeado mal y se había partido dos dedos pero eso no pareció pararle. Se acercó corriendo hacia el y le propinó un rodillazo en la boca del estomago que le dejó sin aliento. La Bolsa se cayó y pudo oír la botella de cristal partirse contra el suelo. Después lo empujo contra el suelo y empezó a patearle el estomago hasta que el dueño de la tienda salió con una pistola gritando algo en su jodido idioma de mierda. El otro tío se alejo un par de pasos y masculló algo, el tío del suelo le levantó un dedo y luego se arrastró hacia la pared llevándose La Bolsa consigo. El chino parecía estar diciendo algo pero no sabía si por la conmoción o porque hablaba su idioma como la mierda, no estaba entendiendo un carajo. Durante un segundo los chillidos dejaron de oírse y los pasos del hombre se perdieron en la tienda presumiblemente a llamar a algún sitio. 

Alargó la mano y sacó el paquete de tabaco de la bolsa de plástico, estaba completamente empapado. Deslío la tira de plástico que lo cubría y saco uno de ellos. Después metió la mano en su bolsillo y sacó el encendedor, le costó un par de minutos conseguir encender el cigarro porque todavía tenia la visión nublada y las manos le temblaban cuando intentaba hacer fuerza. Le dio una calada honda, el humo le volvió a arañar la garganta y bajo hasta sus pulmones, noto como se iban impregnando con el repugnante sabor del tabaco y lo soltó poco a poco, disfrutando de cada momento. Con un poco de suerte el cáncer lo mataría antes que uno de esos tíos. Siguió rebuscando y encontró el culo de la botella todavía con algo de Bourbon en el fondo. Se había partido y habían cristales por el fondo pero le importaba un carajo. Metió la mano y se cortó con uno de los trozos al sacar el culo de la botella. Intentó quitar los trozos mas grandes de cristal que flotaban en el alcohol y luego vació el contenido en su garganta. Las sirenas sonaban a lo lejos. Aquel maldito chino había llamado a la ambulancia. Ahora no podría terminarse el tabaco, no podría beber y no podría llamar a esa tía para volvérsela a follar, por muy pocas ganas que tuviera de hacerlo. Intentó levantarse pero los golpes habían sido demasiado y se volvió a caer al suelo. El cigarro se perdió entre la calle y no fue capaz de ver a donde. Una vez tuvo una vida, una vez fue escritor, pero aquella zorra tenía razón, ya no era nadie, ya no era nada. Sacó otro cigarro y lo encendió, con suerte palmaria antes de que llegara la ambulancia.


lunes, 19 de febrero de 2018

No todo el mundo recibe lo que se merece

Hace mucho que no escribo en el blog, quizá porque por el camino he perdido toda la esperanza, quizá porque ya no tenga nada ni nadie a quien contar las cosas. Eso no quiere decir que este solo, simplemente que me siento solo. Es un sentimiento complicado sentirse tan solo tan rodeado de personas, querer estar con gente a la vez que detestas cada acción o pensamiento de los seres humanos.
Antes tenia cierto despego hacia el ser humano, pero con el paso de los meses se ha ido convirtiendo en asco y en odio, detesto cada faceta de lo que puede identificar al ser humano y lo observo desde la distancia, como si no perteneciéramos a la misma especie.

Se podría decir que estoy perdido, que he perdido la poca cordura que me quedaba, lo que me anclaba a la sociedad. Sigo pudiendo relacionarme, es fácil para mi fingir y ser activamente social, pero cada día me aburre mas. Solo hay unas pocas personas que no detesto. 

La decepción es constante y me doy cuenta, con cada hecho o momento, de que he vivido engañado durante mucho tiempo. Creyendo cosas que no existían, creyendo a personas que no eran reales, deseando cosas que jamás iban a ocurrir. 

Quizá este escenario sea el mejor, quizá solo es una opción entre tantas, quizá solo lamento lo ocurrido o quizá es el recuerdo el que se me atraganta en el pecho. De todas formas el viento ya arrastra las imágenes poco a poco, pero hay cosas que ningún huracán se puede llevar porque están aferradas con raíces a mi alma, porque ya forman parte de ella y se quedarán ahí para siempre.

Seguimos con la colección de poemas, este no es ni bueno ni malo, es otra muestra de mi mediocridad literaria. 04/03/2009

Cabizbajo espera el ducho animal
quizá crépulo, ebrio, algo curda,
en la trémula rama en la que duda
como acabó en situación tan terminal

la culpa, pensó, claramente social
desprecio o despecho de quien se muda
de rostro, mascara y de envergadura
de un alma vilipendiada y con credencial

Aunque quizá, siguio, culpa de de amar
de abrirse y de dejar mellar la armadura
a un combate que nadie puede ganar

No, la culpa serña de esa amargura
del hombre que vive por tempor al mar
terror al sueño, niebla y espesura.

sábado, 9 de diciembre de 2017

Cuando pierdes lo único que importa, solo te queda esperar.

Hace bastantes días que no escribo, casi una semana desde la última vez que me puse delante del blog y eso que al final de este tenía ganas de escribir la poesía siguiente. Pero la verdad es que esta semana la he pasado más dentro de la cama que fuera. Si no fuera porque tengo animales que alimentar creo que hay días que ni saldría de ella. Total, todo lo que hay fuera es frío, soledad y recuerdos. Y no me gustan ninguna de las tres cosas.

Los recuerdos son duros, porque hay recuerdos dulces y recuerdos amargos, y lo irónico de todo es que los dulces acaban siendo más amargos. Ahora se supone que tengo que reconfigurar mi vida, reorganizar mis prioridades y todo ese rollo psicológico de rehaz tu vida. Pero las cosas siempre son más faciles de decir que de hacer. Es más fácil proponerselo que hacerlo. 

Por ahora no hago más que ir hacia atrás. Para empezar ya he roto mi ciclo de sueño que tanto me había costado conseguir. Muchas veces me acuesto de noche y cuando me levanto ya es de noche otra vez. Otras veces me acuesto a la hora y me levanto en mitad de la noche entre pesadillas, y mi cuerpo no quiere volver otra vez al sueño, porque tiene demasiado miedo. Asi que se desvela, a pesar de las pastillas, y luego cae rendido a mitad de la mañana para volverse a despertar con otro sueño desagradable a mitad de la tarde.

He perdido tanto en tampoco tiempo que no se como gestionar lo que siento. Vuelvo a sentir una montaña rusa de emociones, en la que ahora solo va en bajada,de vuelta al punto de salida. Hoy tengo un cumpleaños pero no creo que vaya al final, hoy no he podido comer en todo el día y por consiguiente estoy muy mareado y con dolor de cabeza, ya me va a costar ir a trabajar, así que cuando acabe mandaré un mensaje y diré que me encuentro mal y que me voy a dormir, al menos hasta que los sueños me despierten y me recuerden donde estoy.

Este poema lo escribí el 16 de agosto de 2008.

Roza tu vientre la pluma del poeta
escribiendo una silva, un soneto,
describiendo un paisaje y sentimiento
haciéndote reír y ser completa.

Te revuelves fiera, dulce y alegre
jugueteas con la espiga, traviesa
tocando los labios del que te besa
en la escena próxima al pesebre

Ruedo, huyendo de dulce tortura
por el verde cesped, anhelo tierra
al no poder vivir sin tu locura

caigo al abrazo del rio, me entierra
en un mar de dudas, con una cura
que es tu mano, una luna y mi perra.

lunes, 4 de diciembre de 2017

Se cancela la navidad - Firmado: El grinch

Revisando la construcción literaria, revisando la cantidad de poemas que tengo en la carpeta (completos, o solo algunos versos o ideas que me gustaban y que escribía para luego construir algo alrededor de ello), el 70% de lo escrito pertenece a 2009. Es curioso ya que mi memoria me engañaba, haciéndome pensar la magnitud de mi obra se escribió antes de ese año, pero la verdad es que es cuando mas escribía. 
Mi memoria funciona de manera bastante extraña, soy capaz de memorizar datos absurdos, como el radio de la tierra, las valencias de casi todos los elementos de la tabla periodica, la lista de presidentes de EEUU a partir de la 2º guerra mundial, lo que hace cada dote del manual de D&D 3.5, todas las ventajas y desventajas de todas las ediciones de l5a. Pero con los recuerdos, los amontona, sin orden y sin tiempo, recuerdo todo pero no se que paso antes de que cuando se trata de algo que pasó hace mucho tiempo. Tampoco se decir la fecha de cuando sucedieron muchas cosas. Las recuerdo perfectamente, puedo recordar lo que sentía, lo que olía, lo que pensaba. Pero no puedo recordar cuando fue, ni lo que llevaba puesto y excepto recuerdos muy marcados a fuego en mi memoria (como cierto día bajo la lluvia) tampoco puedo decirte que tiempo hacía. 
Mi memoria es un arma peligrosa entonces, porque tengo que esforzarme para ciertas cosas (pese a toda la memoria que poseo jamás me he aprendido ningún cumpleaños, ni siquiera de mis mejores amigos, es algo que no se me queda) y hay otras que simplemente fluyen, sin esfuerzo alguno y se meten en los resquicios de mi cerebro para no salir nunca más.

Hoy tengo poco que decir, y creo que mañana tendré menos todavía. Se me van agotando las fuerzas, y estoy al borde un poco de la locura. Es curioso como la locura se asocia al astro nocturno, es curioso como las personas mas inteligentes que conozco (entre las que me incluyo, porque soy un gilipollas pedante insufrible) viven más de noche que de día. Como la búsqueda de conocimiento, y no el conocimiento en sí, sino esa necesidad incesante de búsqueda, acaba volviendo loco al hombre. ¿Cómo si no alguien se metería en un cohete para llegar hasta la luna? 
La noche tiene algo, los trastornos del sueño son horribles para la mente, pero hay algo en la noche que hace que tu cerebro trabaje mejor a esas horas, que sea más productivo, más creativo, más imaginativo. La noche me enamoró, la noche me ha perdido, la luna se ha ido y es difícil encontrar un camino entre tanto negro.

Tengo las manos heladas, y me duelen un poco, asi que seré breve. 12-01-2009

La vereda, al final del blanco lirio
acompañado de música triste.
Pensando en quien es y que ya no existe,
viva la musa del duero, delirio...

Apagada ya la llama del cirio,
encendida, la memoria persiste.
Ante el tiempo que no quiso y le diste
Ante el amor, que llega y deja ebrio.

Cae el tardío rocío en tierra
Cristaliza mi imagen de la luna
trae recuerdos de quien la muerte entierra

Sin su musa, sin sol y sin luna
nada le ata al que el destino yerra,
muere y llama, para ser solo una. 

Entre los siguientes poemas hay algunos realmente bonitos, mañana aunque no escriba nada intentaré subirlos, porque me han gustado mucho.