miércoles, 6 de enero de 2010

Muñeco





Las velas temblaron, por culpa del viento que recorrió la estancia. Era un lugar lóbrego, sin ninguna ventana que diera al exterior. El único contacto con el mundo era una pequeña puerta de madera, sin ningún detalle salvo una marca dibujada en blanco.
En el cuarto apenas había cosas, una mesa del mismo material que la puerta, llena de telas e hilos. Varios libros se esparcían por toda ella, folios de patrones y varias soluciones en frascos. Solo un armario vestía las paredes, desde el suelo hasta tocar el techo. En el centro de la sala había un pentagrama a medio dibujar y en el centro de este un muñeco de trapo inerte a lo que pasaba a su alrededor.
De lo que parecía la cabeza del muñeco brillaban dos pequeñas gemas, a modo de ojos, de un color verde. La nariz estaba hecha con un botón de alguna túnica que el señor había arrancado. La boca, era apenas unas cuantas puntadas de aguja, cerrando un corte que hacia agujero.
Dos extremidades colgaban de lo que era el tronco, un viejo saco de patatas relleno de algodón. No tenia dedo alguno. Era un muñeco de trapo que bien podía haber sido de cualquier neo nato.
El hombre terminó el pentagrama y se levanto con un pequeño quejido, su edad ya se hacía notar y le faltaba el tiempo, si tuviera todo aquel tiempo que de joven había desaprovechado...Se sacudió la cabeza diciéndose que así no conseguiría nada. Se movió hasta la puerta y la cerró, dando dos vueltas a la llave para que nadie pudiera molestarle.
Anduvo hasta el atril que estaba situado delante del pentagrama, se arremangó la túnica, preparándose para lo que le acontecía. Miró la página que tenia señalada, leyendo las primeras letras, eran rúnicas, de un lenguaje que se remontaba a los albores del tiempo. Saco de una bolsa que llevaba a la cintura unos polvos, había tardado un mes en encontrar las hierbas y machacarlas, pues tenían que crecer bajo ciertas condiciones.
Las lanzó al circulo, dibujando lo que parecía una cruz, o una equis, depende de como se mirase. Empezó con el cántico, las letras salían de su garganta, profundas, y retumbaban en la pequeña estancia, haciéndose notar. El volumen aumento y la sala empezó a vibrar, los polvos que estaban sobre el suelo brillaban y temblaban e iban juntándose hacía el centro, adheriendose a la piel del muñeco de trapo.
Los años empezaron a pasar rápidos por el anciano, siendo casi viejo. Su barba se volvía gris por momentos, abandonando el blanco puro que antes había tenido. Sus manos se arrugaban como pasas, su espalda se encorvaba, cansada, su voz se hacía cada vez mas floja, siendo apenas un susurro, en ese momento cogió un orbe, de color verde, las velas del cuarto se había apagado pero aquel orbe emitía suficiente luz como para iluminar la sala entera.
Avanzó por el circulo, el polvo se había depositado sobre el tronco del muñeco haciendo una forma, un símbolo, el mismo que había en la puerta. El anciano coloco el orbe allí y este relampagueo un momento y después, se introdujo dentro, la sala quedó a oscuras completamente. El hombre caminó lento, hasta llegar a las velas y las encendió una a una, la sala estaba como antes de todo, nada se movía, el muñeco seguía inerte en medio del circulo.
Un minuto pasó y después otro y la sala se mantenía en silencio. Las llamas crepitaban y se movían de un lado para otro, el viejo tosió y su espalda se encorvó. Pasó la manga por la boca, al mirarla, una mancha oscura asomaba en ella.
Un movimiento hizo que girara la cabeza, al centro del la sala, el muñeco seguía ahí inerte, pero había un brillo nuevo en sus ojos, la gema brillaba con luz propia. El muñeco movió levemente el brazo dejándolo caer, el hombre se movió unos pasos, el muñeco levantó el otro brazo y volvió a caer.
El hombre parpadeo, incrédulo, sus manos temblaban, mezcla de la emoción y el frío que recorría la estancia de piedra. El muñeco movió las piernas y poco a poco fue repitiendo el proceso. Levantó las manos y las acercó a su cara tocándose el cosido que simulaba su boca, pareció como si fuera a gritar. El hombre se movió hasta el muñeco, despacio, trastabilló y tuvo que apoyarse en el atril, el muñeco reparó entonces en el anciano apoyado en el atril, y se movió hacia atrás asustado. El anciano quiso decir algo pero la voz se le ahogo, débil. El muñeco se levantó y cayó al suelo, pues sus piernas no fueron capaces de aguantarle, el las miro y un brillo salio de sus ojos, estaba temblando. Volvió a intentarlo, sus manos se apoyaron en el suelo y volvieron a hacer fuerza, sus piernas se doblaron y volvieron a intentar aguantar su peso. Consiguió levantarse, la piernas temblaron y el muñeco volvió a caer al suelo, impotente.
El anciano quiso moverse a ayudar a su criatura pero el muñeco levanto la mano haciendo un alto al viejo apoyado en el atril. Se quedó un momento quieto, mirando al muñeco, lo intentó por tercera vez, luego vino una cuarta y después de esta una quinta. Al final, el muñeco se levanto, aguantándose sobre sus menudas piernas. Dio un paso, y después de ese otro y repitió la operación hasta acercarse al hombre que se sujetaba a duras penas en el atril. Al ver al muñeco avanzar hasta el se dejó caer en el suelo, con un pequeño golpe, sus fuerzas decaían y la visión se tornaba borrosa.
El muñeco llegó hasta la altura del anciano, hizo varios gestos abriendo el cosido que tenia por boca, que cedió levemente y emitió un quejido, se salio algo de algodón perteneciente al cuerpo del muñeco, este recogió lo caído y lo volvió a introducir dentro de su cuerpo, parecía avergonzado.
El anciano alargó la mano rozando la cara del muñeco, este levantó su brazo y rozó la mano del mago, volvió a abrir la boca, un quedo salio, un ruido hueco y un pequeño susurro que el anciano escucho perfectamente.”Papa..:”. El anciano sonrió, el abatimiento abandonó su cuerpo, sus ojos se fueron cerrando poco a poco y una frase abandonó sus labios “gracias...hijo”.
El anciano cayó inerte al suelo y la puerta se abrió poco a poco, gracias a las ordenes del difunto conjurador. El muñeco se quedó quieto, delante del anciano. Le toco varias veces la pierna intentando llamar su atención, varios gemidos salieron de la boca, llamaban al hechicero muerto, “Padre”, repetía una y otra vez mientras le golpeaba inútilmente en la pierna. Sus ojos brillaron en verde mientras dos pequeñas gotas caían al suelo, dos lágrimas de color verde que brillaron antes de caer contra la piedra y apagarse entre las juntas de las baldosas.
El muñeco desistió, cansado, se arrastro al rededor del anciano, tropezando varias veces, cayó de rodillas y golpeo el suelo, las piernas le temblaban. Poco a poco se arrastró hasta la puerta y giro la cabeza, vio al mago tendido, su rostro no parecía contraído por el dolor, estaba alegre, toda la grandeza del mago se veía reducida a la felicidad de un hombre que había alcanzado su meta, el muñeco intento sonreír, imitando al mago pero no lo consiguió, las costuras le retenían la boca, o quizá es que realmente no podía, no importaba. Miró fuera de la puerta, unas escaleras subía hacia arriba, allá al fondo se veía algo de luz, el muñeco se despidió del anciano con la mano y comenzó a escalar, camino a la salida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario