martes, 4 de mayo de 2010

Kaiu Takumi


El martillo volvió a caer sobre el acero candente y varias chispas saltaron hacia el Cangrejo, que retiró la cara para no sufrir quemaduras. Cogió aquel pedazo de metal y lo sumergió en agua, haciendo que saliera el vapor directamente hacia arriba.
Se retiró el sudor de la cara, llevaba desde primera hora de la mañana y hacía mucho que había pasado la hora de comer. Siempre que se metía en la forja, el tiempo se distorsionaba.

Varios golpes en la puerta llamaron la atención del herrero Kaiu.
-He dicho que no quiero que nadie me interrumpa en la forja -dijo con voz grave mientras caminaba renqueando del lado derecho hasta la mesa para dejar aquel trozo de metal a medio hacer- ¡Lo he dicho mil y una veces! ¡Ahora tendré que empezar de nuevo!

La sombra de la puerta emitió una carcajada y se interno en la penumbra del taller, apenas alumbrado por varias antorchas y el fuego del horno que ardía casi las veinticuatro horas del día.
-Kaiu-san, siempre tan gruñón- Sonó una voz todavía más grave, la sombra se dejó iluminar por una de las antorchas de la sala y salió un hombre, de unos treinta y pocos años. Sacaba dos cabezas al herrero, de constitución fuerte. Llevaba el pelo suelto, bastante largo. Los rasgos de la cara eran muy bastos, y esta estaba sucia por el polvo del camino. Portaba una armadura pesada que sólo dejaba visibles ciertas cicatrices de sus brazos. El daisho de samurái colgaba del lateral y al lado contrario un enorme tetsubo.
-¡Okami! ¡Siempre tan impertinente, tan estúpido!-Renqueó el herrero hacia el Cangrejo que le esperaba en la entrada de la forja, cuando llegó, estrecharon sus brazos, en señal de amistad- Pero siempre igual de honorable. ¿Qué te trae aquí?

El Cangrejo desenvolvió una caja que llevaba a la espalda, tapada con una tela azul metálica, con el mon de la familia Hida bordado. Dejó la caja encima de la mesa y se separó, esperando que el artesano moviera primero la ficha.
-Por esto mismo nos conocimos Hida -dijo más solemne el herrero- Te llevo esperando desde entonces, desde que me lo dijiste, y has tardado demasiado en volver, estúpido descerebrado -el Cangrejo Hida sonrió levemente.
-He venido cuando el deber me ha dejado -Respondió Hida, nervioso, deseando que abriera la funda.

El herrero no se hizo esperar y se adelantó hacía la caja de madera, abrió la pequeña cerradura que guardaba el interior y levanto la tapa dejando ver una katana. La hoja está rota por varias partes, y el metal muy desgastado. El mango solo quedaba la mitad, y la tela que lo sujetaba estaba podrida. El Kaiu cogió un trozo de metal y lo examinó de cerca.
-Es…genial…-dijo en voz baja mientras oteaba la hoja de arriba abajo- La manufactura es perfecta, los doblados exactos hasta el milímetro, calentada hasta el punto exacto, ni un grado más.

Hida miraba al Kaiu, que, entusiasmado con lo que Hida le había traído, maquinaba en su cabeza la mejor forma de volver a forjar esa arma. El Cangrejo se dio la vuelta y se marchó de la forja, pero el Kaiu ni se enteró que se había despedido.
Hida esperó en la casa, esperó varios meses y el Kaiu no salía de su caseta. Un día, mientras Hida entrenaba en el césped salió Kaiu de la caseta, con la caja de madera, y Hida se precipitó a cogerla, pero Kaiu le detuvo.
-No, ahora es hora de dormir, cuando despierte el artesano, entonces podrás tener tu katana.

Kaiu se fue a dormir y pasaron dos días en los que no se levantó ni para comer. Y cuando el tercer día despuntaba en el horizonte, el Kaiu entró en la habitación del Cangrejo con la caja bajo el brazo y la dejó en el suelo, delante de él, expectante.
El Cangrejo alargó la mano y destapó la caja, y su cara se quedó paralizada ante lo que veía. La hoja de la espada de su familia había sido recompuesta, pero no estaba como antes, la había cambiado. El mango portaba los mismos colores pero otra distribución y la espada tenía un grado diferente lo notó al cogerla y esgrimirla.
-Pero…pero…esta no es la espada de mis ancestros.-Dijo el cangrejo algo extrañado- ¡Tu trabajo era reconstruirla, Kaiu!

El Kaiu se levanto con dificultad por culpa de su pierna y dio un ligero golpe al suelo.
-¡Mi trabajo no es reconstruir, es forjar nuevas katanas!-Dijo el Kaiu- Y esa es tu katana.

El Kaiu se dio media vuelta y se marchó cojeando hacía la cocina. Hida se quedó pensativo, sin saber cómo reaccionar.

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