lunes, 8 de febrero de 2010

El chico de la chabola


El sonido del despertador empezó a retumbar por toda la habitación, pero no le despertó, ya le habían despertado mucho antes los gritos de su madre, llevaba media hora gritando a su hermano pequeño y ahora le gritaba a el para que apagara la maldita alarma. Puso la mano sobre el despertador y dejó de emitir aquel chirrido, pero los gritos de su madre seguía impartiendo ordenes e injurias por toda la casa. Cansado, se levanto de su cama, que se hundía hacia los interminables abismos casi rozando el suelo, debería cambiarla, el médico le había avisado de que si no, sus problemas de espaldas se agravarían, su madre en casa le dijo que eso eran pamplinas, que eso le haría duro, el se pregunto que si fuera así, los ancianos deberían ser muy duros.
Busco a tientas el cordón de las cortinas, aunque mas bien eran dos trozos de telas de distinto color y tamaño que había apañado como si fueran cortinas. Cuando lo encontró, tiró de el con cuidado, con miedo de que se rompiera la barra que sujetaba la tela, pues la termitas habían hecho cuenta de ella, la tela se desplazó y dejo entrar la luz del mediodía al cuarto.
-¿Vas a tardar mucho en levantarte? No queda café-gimoteo su madre desde el otro lado de la puerta.
-No, madre-respondió el con voz apagada y se levantó pegando una ojeada a su cuarto.
Todo seguía como el lo había dejado. La cama se apoyaba en una de las paredes, a su inmediata derecha se encontraba un trozo de madera que simulaba una mesita de noche, pero sin cajones, encima de esta un despertador que tendría al menos 10 años, un paquete de tabaco con dos cigarros y un libro con la cubierta amarillenta, con un gran circulo marrón de una de las tazas de café de su madre, había usado su libro de posa vasos y si hubiera tenido mas seguramente también los habría usado. El libro era una edición vieja de un texto que a nadie le importaba. Se lo había encontrado en una mesa del jardín que solía visitar. La edición era del 50 y algo y era el único libro que tenia, pues no podía permitirse mas.
Al lado del libro habían un puñado de preservativos, de alguna campaña contra el sida, seguramente a la mañana siguiente su hermana le habría quitado un par para acostarse con su novio, pero era un cría, tenía solo 14 años y esos hijos de puta con los que se acostaba casi 20, casi su edad...A mas de uno le había partido la cara por encontrarlo en su casa. Y su hermana le odiaba por eso.
Adelanto la pierna y ojeó las paredes vacías del cuarto, apenas habían algunos posters robados de alguna revista, eran mujeres semidesnudas, los tenía para tapar las grietas de la pared. En lo que era un tablón de madera sujetado por ladrillos tenia algunos folios amarillentos y doblados y un bolígrafo de propaganda de una autoescuela. Como silla tenia un bidón que había conseguido llevarse de un descampado, adornado con un cojín lleno de moho por uno de los dos lados. No había ningún armario adornando las paredes asique se había colgado unos hilos de metal de las vigas del techo y ahí colgaba la ropa, al menos la que no dejaba tirada por diversas zonas del cuarto, sin duda es lo que cualquiera hubiera llamado cuchitril. Cogió unos pantalones que había doblado con cuidado, y una camiseta que se esforzó por no arrugar, ese iba a ser su conjunto de hoy. Hoy era un día importante, una chica le había invitado a su casa, a comer con ella e irremediablemente con sus padres. No sabía porque se molestaba o porque intentaba impresionarla, quizá se arrepintiese de donde vicia, de quien era su madre, de quien era su familia, por eso no la había dejado ir a su casa en todo este tiempo y siempre se encontraban fugazmente en el apartamento de un amigo, entre las sabanas, pues ella no quería hacerlo en su casa, por sus padres. Se fue al baño y se pego un agua, lo justo pues no podía llenar mas de un cubo a la semana. Su madre le gritó que dejara de malgastar el agua, el la ignoro y cogió la ropa poniéndosela rápidamente.
Después de vestirse salió corriendo, escapándose de los gritos de su madre que le espetaba desde el sofá, sentada delante de la tele. Cogió el camino que salía del barrio pobre de la ciudad, por una carretera sin asfaltar llena de piedra, se le clavaban en las suelas. Tenía que caminar unos 3 kilometros hasta llegar a la parada de bus, y después 20 minutos hasta llegar a casa de ella.
Cuando llegó a la parada le dolían algo los pies, tenía la suela de la zapatilla desgastada y las piedras le habían hecho mella. Al llegar el autobús consiguió redondear el pago del billete 25 céntimos. No podía permitirse ese derroche de dinero.
El viaje fue lento, demasiado lento, varias abuelas parloteaban acaloradamente sobre un programa de la televisión, hablaban de un lió de nosequien con alguna pilingui y de que a una señorita la acusaban de cometer el oficio mas antiguo del mundo. No pararon hasta terminar el viaje.
Mas adelante se sentaba un niño con su madre, uno de esos niños que dirías que lleva el demonio dentro, estaba jugueteando con un chupa-chups, su madre le decía que no se lo comiera y el niño intentaba abrirlo cuando ella no miraba. En el otro lado presidian la mesa, un vecino del barrio, adicto al caballo y un señor, de mediana edad que jugueteaba con los dedos en el maletín algo nervioso. Al ver la parada se levantó deprisa, todo lo deprisa que sus piernas le dejaban para salir de aquel infierno de autobús.
Después de llegar a la estación de autobuses enfiló la calle recta, agradeció de veras aquel suelo, odiaba tener que pisar aquella grava infernal para ir a su casa.
Pasó por varios comercios, cada uno mejor que el anterior. Sus escaparates lucían con vivos colores y brillaban con las luces que ingeniosamente habían colocado para vender mejor su producto. Los dueños le miraban con recelo cuando pasaba cerca o se quedaba a mirar el escaparate, seguramente pensarían que estaba tanteando el terreno para robar.
Pasó cerca un coche patrulla y se detuvo a pedirle los papeles, se ve que algún vecino se había quejado de un delincuente que pesaba por sus calles, le retuvieron casi media hora preguntando y comprobando datos, ya pasaban 15 minutos desde la hora que le había dicho ella para llegar. El chico al final consiguió escabullirse de las preguntas policiales y estos viendo que no podían inculparle por nada se fueron sin antes amenazarle. Menos mal que no le habían cacheado, llevaba la navaja escondida en la zapatilla.
Cruzó corriendo varias calles antes de llegar a una finca enorme, era de estas fincas en las que soñaba entrar, imaginaba que tenían porteros y ascensores enormes, sus pasillos eran inmensos bañados en oro, y refulgían junto con la luz de los focos, mucho mas grande y potente que en aquellos diminutos escaparates.
Una voz lo despertó de sus ensoñaciones.
-Perdona...¿quieres algo?-le dijo un hombre de unos cuarenta y pico años, algo ya cano. Varias arrugas cruzaban su frente despejada. Vestía un uniforme de trabajo y por las llaves que asomaban de su bolsillo parecía ser el conserje, o algo parecido.
-Eh, si, tio, venia a ver a susana-dijo el chico con normalidad, aunque al portero le pareció mas descaro.
-¿Susana?-dijo el hombre, pues en el edificio vivían cerca de 100 personas.
-Si, si, vive en la puerta 76-dijo el chico señalando el portero automatico que aguardaba dentro de la puerta flanqueada por el hombre. Este hizo ademan de mirar y luego miro al chico
-La señorita Mendez...-Dijo el hombre
-Si, tiene un apellido muy estirado-el comentario crispo al hombre que lo miro como queriendo matarlo
-Avisare primero, espera aquí.-El hombre fue hacia el interfono y toco varias veces, una voz femenina lo cogió pero no era susana, sonaba algo mas grave. Al terminar de hablar el portero le dijo que podía pasar pero que no rompiera nada por el camino. Volvían a tratarle como una mierda.
Cogió el ascensor y marco la planta 10, se lo había dicho susana cuando le pregunto. El ascensor subió rápido, sin aquellos movimientos oscilantes y bruscos de los ascensores a los que estaba acostumbrado. Y al llegar a la planta 10 aviso la voz de una mujer, casi musical, que estaba en la planta indicada.
Al salir al pasillo vio numerosas puertas de madera, puertas blindadas, decoradas con florituras en dorado y con letras, cada cual mas ostentosa. En algunos incluso adosaban su nombre y sus apellidos y alguna insignia o marca de su empresa. La de susana era las menos ostentosa, pero aún así los números se veían lucidos en dorado.
En la puerta entreabierta le esperaba un cuerpo que ya conocía pero con mas ropa de la que acostumbraba a ver. Llevaba una falda hasta las rodillas, con mucho vuelo, de un color morado con bordados. En la parte de arriba un suéter verde oliva, que tenia sus iniciales remarcadas. El la beso fugazmente y ella la apartó corriendo.
-Aquí no bobo!-rió ella mientras se tapaba la boca-están mis padres!
El se encogió de hombros y entro en la casa. El recibidor era casi como todo su comedor, habia un gran mueble en una madera que el desconocía pero que había visto en alguna tienda muy pija del centro. Encima del mueble descansaban infinidad de fotos de sus padres y de ella, que era hija única. El tenía que cargar con 4 hermanos.
Una mano oscura se posó en el hombro cogiéndole por la chaqueta.
-Su cazadora señó-le dijo una mujer de color en el portal de la casa.
-Tranquilo, es Nana, se ocupa de la casa-le dijo la chica viendo la cara que había puesto el chaval al ver a la mujer.
Tras haber intercambiado miradas y darle la chaqueta ambos salieron de aquel gigante recibidor y tras una puerta acristalada pasaron a lo que era el comedor. El comedor Mediría lo que tres veces su casa entera. Había una gran mesa, decorada con un florero de dimensiones descomunales. Varias sillas daban la vuelta a la mesa, tapizadas en verde y oro. Y del techo una lampara de araña con mil cristaleras. En el otro lado un sofá pequeñito y varios sillones que miraban a un mueblen lleno de copas de cristal que parecía que se iba a romper con solo mirarlo y libros, muchísimos libros, pero no había rastro de televisor. En uno de los sillones había un hombre de mediana edad, tenia abundante pelo en la cabeza con un gran bigote. Sostenía en las manos un libro que el no conocía. Iba ataviado con una camisa de color blanco y unos pantalones de un marrón tostado. En sus pies unos zapatos brillantes y relucientes que debían de cuidar y limpiar todos los días. A su derecha, una mujer de pelo corto, de unos 30 y pocos, llevaba un vestido algo mas sencillo, de un color blanco, con un pequeño lazo a la espalda. Se levanto ella primero y miró al chico que estaba delante de su puerta y poco a poco fue acercándose para darle dos besos.
-Bueno, encantada, yo soy la madre de susana-dijo ella mientras seguía inspeccionándolo de arriba a bajo-Me llamo Gloria.
-Eh...si, encantado, yo soy Jose-dijo el mientras levantaba levemente la mano. El hombre dejo el libro en el sillón y se levanto con parsimonia. Al verlo de pie el chico vio que era alto, pues le llegaba a los ojos y normalmente eso no pasaba.
-Soy Carlos, el padre de susana-Dijo el hombre con una voz grave, el chico tembló un poco, era un hombre que realmente asustaba.
Después de la comida vino el postre y en el café el chico se moría por salir de aquella casa, las comidas suculentas y calientes no le compensaban ese sentimiento que despertaba en el fondo se su ser. Envidia, llevaba envidiando a susana desde que había entrado en aquel comedor, en aquella vida. Envidiaba como había nacido, todo lo que había tenido y en el fondo sintió rabia y odio.
Y cuando se dio cuenta de lo que pasa se apresuró a inventar una escusa. Apresurado salio por la puerta y susana le acompaño para despedir le.
-Estas bien?-le pregunto susana entrecerrando la puerta para que no la viera y cogiéndole por la cintura con sus bracitos.
-Susana-dijo mientras se daba la vuelta.-No podemos seguir, tu, vives en otro mundo, en tu castillo y yo soy en una pocilga-dijo el chico mientras se iba alejando. La cara de la chica se contrajo y avanzo para cogerlo
-No seas idiota! Ya sabía quien eras y donde vivía-sus manos rozaron su camiseta pero el se dio la vuelta y corrió escaleras abajo.
Al llegar a su casa su madre le gritó que donde estaba el café, no le hizo caso, al entrar en su cuarto faltaban 4 condones, su hermana era un zorra. Sus hermanos pequeños gritaban fuera, eran demasiado pequeños para saber que serian, pero acabarían drogándose o robando. Su madre era una irresponsable.
Cogió el paquete de tabaco y encendió un cigarrillo, llevaba toda la semana con mono por ella...iba a dejarlo, seria estúpido, las ratas nunca iban a dejar de ser ratas.

1 comentario:

  1. Jo, que triste.
    Bueno, que se consuele pensando que por lo menos su hermana utiliza condón xDU

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