jueves, 11 de marzo de 2010

Un libro, un sueño.


El calor seguía palpitando en su pecho, todavía demasiado agitado como para reaccionar con sensatez. La discusión había sido fuerte y las palabras hirientes, y con cada palabra moria una pequeña parte de ellos, que se refugiaba en el fondo de aquella casa, que se volvía fría por momentos, demasiado grande.
Paseó por la habitación, de arriba a abajo, oía a su mujer trastear en la cocina, movia los cazos de sitio y de vez en cuando se oia el repiqueteo metalico de algo caer.
Se avalanzó sobre la libreria, agobiado por aquel lugar, por aquel entorno, por aquella mujer que no hacía mas que disgustarse y entristecerse, como si cada minuto de su vida fuera una agonía.
Le costó encontrar el libro que buscaba, pues ella había trasteado con sus libros tiempo atras, quizá dos semanas, la última vez que discutierón. Ella había optado por recoger la libreria, después de que el dejara el libro, en encima de la mesa, despues de reconciliarse. Y Allí, estaba, donde ella lo había dejado, detras de sus novelas de Isabel Allende, un libro viejo, sin titulo alguno, de un marron tostado, algo acabado por el tiempo. Lo cogió con ansia casi voraz y lo llevo hasta el sillón, donde se sento, como hacía siempre, y lo abrío. De fondo se escuchaba a su mujer, había encendido el estractor de humos y seguramente pronto empezaría a hacer galletas, como siempre que se enfadaban.
Empezó a leer por la primera página y todos los sonidos se fueron disipando poco a poco, al igual que el escenario, que se fundió en una maraña oscura de pensamientos, que poco a poco se fue ilumando, dejando ver un paisaje verde, un gran prado, donde varíos animales, semejantes a vacas pastaban por el lugar. Eran enormes cuadrupedos, con largos cuerpos que salian de su frente. Estaban recubiertos de placas, de un color marron tierra, y en al final de la cola, una enorme bola, como una maza, que ladeaban de un lado para otro.
-Has tardado mucho-dijo una voz conocida detras de el, era de hombre, algo aguda y afilada. Cuando se dio la vuelta, vio a un joven, de unos 20 muchos años, vestido con una tunica roja. Era fino como una espiga, algo huesudo, con una tez algo palida que contrastaba con su cabello azabache. El levantó la mano para saludar al mago y el tintineo de su muñeca delato el escudo que llevaba atado. Llevaba otra vez sus ropas, sus ropajes de caballero de la orden, protector de los incentes, adalid de la justicia...
-He tardado lo justo, mago-respondió con una sonrisa. Un silvido siguio a la felcha se paso rozando su mano alzada. Con un movimiento diestro, desenvaino la espada y miro quien habia sido. Al fono, se veia una mujer, sujetando el arco. Era alta, esvelta, con una piel clara y brillante. Su pelo caia rubio en cascada, por detras de unas orejas picudas, que delataban su condicion de elfa.
-Saludos, guerrero humano,-dijo la elfa mientras bajaba el arco y se acercaba gracilamente como un cisne, meneando su larga melena dorada.
-Estoy harto que siempre me recibas asi-contesto el casi riendo mientras le tendía la mano a su compañera. El mago ya se había acercado lo suficiente como para situarse a su altura.
-Estais aqui...pero...y?-no pudo terminar la frase, varios pisotones grandes delataron a una gran mole que se acercaba a zancadas desde el horizonte. Era un gigante, pasando de larago los dos metros. Tenía la cabeza rapada y portaba una armadura pesada, tintineandola a cada paso.
-Alguien ha visto a ese pequeñajo ladron?-preguntó mientras miraba de un lado para otro, hasta parar los ojos en el recien llegado- Porfín has llegado!-gritó entonces y corrió a cogerlo entre sus brazos, y apretarlo hasta casi romperle las costillas- Ya, ya, para o me partiras en dos animal!-Contesto el guerrero entre risas.
-Ey!-Dijo una voz mas abajo y cuando miró, alli se encontraba, un hombrecillo pequeño, el mas pequeño del grupo. Tenía el cabello castaño, recogido en una larga coleta que caia por su espalda.-Que bien que hayas venido, la ultima vez te dejaste varias cosas que te he guardado con mucho cuidado-contesto sonriendo mientras miraba al grandote.
-Mi Oro!-Gritó entonces la mole, cuando fue capaz de recordar a quien buscaba. Todos rienron enormemente, incluso el mago se permitio un par de carcajadas. Todos empezarón a andar por el prado, buscando el camino y aquellas criaturas se apartaban.
-Veo que los pastos vuelven a funcionar, me alegra ver que todo ha ido tan bien desde que me fui-Contesto el guerrero con un toque de nostalgia.
-Si-Contesto la elfa-Cuando derrocamos al falso rey, todo empezó a mejorar. Ahora las cosechas son abundantes, los animales comen y las minas de hierro funcionan a pleno rendimiento.
-Me alegro de escuchar todo eso-añadio el guerrero-Y la taberna¿
-La taberna esta en pie!-contesto el gigante mientras golpeaba su pecho con orgullo-Me ocupe de levantar cada palo, cada viga, yo solo!.
Todos volvieron a reir ante las muestras de caracter del gigante, volvian a estar juntos.
Al rato de caminar, encontraron la posada, en el mismo emplazamiento que había estado la anterior antes de que el ejercito del rey la destruyera. El gigante le había estado hablando todo el camino, de todo el trabajo que había hecho, de todo lo que había ayudado. Los compañeros reian cuando se equivocaba en alguna palabra o tartamudeaba de la emoción. El se ponía rojo como un tomate y se callaba durante unos segundos para volver a hablar. Al rato llegaron y el gigante se apresuro a entrar seguido por el pequeño, para "buscar" mesa.
-Asique...vuelves a tu mundo-Dijo el mago mientras cruzaron las miradas un momento.
-Dejale, Erik, no seas pesado-le atajo la elfa mientras estiraba de la manga de aquel hombre. Ella le sonrio, guiñandole un ojo, dandole a entender que sabía lo que pasaba y que alli, aquello no podía afectarle.
-No me llames por mi nombre, o te colocaré el titulo, princesa de las flores-Musitó el mago, ella le insultó en élfico y entro. El mago detras.
Se encontró frente a la puerta, de fondo, se oian las voces de sus antiguos compañeros, reir y bramar. Oia al gigante gritar para la cerveza, decía que hoy tendría una gran competicion con un viejo amigo. Tambíen se oian los gritos de gente que perdía objetos y chillaba al pequeño para que se lo devolviese.
Se oyó un sonido arcano y un chispazo, el hechizo de inmovilizacion del mago volvia a surtir efecto. Y la elfa, olía su perfume de flores, pues no emitia ruido alguno.
De pronto, un olor a galletas inundo sus fosas y el golpe de un plato al dejarse sobre una mesa le despertó de su lectura. Delante de el había un plato de galletas, recien horneadas, su mujer las acababa de dejar delante de el. Su cara reflejaba una mezcla de culpabilidad y tristeza. El miró al libro con nostalgía y luego a su mujer. Dejó el libro encima de la mesa con cuidado y susurro unas palabras. Cogió una galleta del monton y la mordio. llevaba pequeños trozos de chocolate incrustados dentro y sabía a gloria.
-Estan muy buenas-contesto el mientras se levantaba y la besaba dulcemente en los labios, con un regusto amargo a chocolate.
-Las hice con chocolate negro, que se que te gusta mas.-Contesto ella, sumisa.
-Te apetece que vayamos a ver esa obra que querias?-le pregunto el mientras terminaba la galleta.
-Pero...dijiste que no te gustaba...no tienes porque..-se apresuro a decir ella, culpable por la discusion anterior.
-Pero me gustas tu-le atajo, dandole un pequeño beso-Ponte guapa, después iremos a cenar.
La cara de su mujer se iluminó en una sonrisa, sus ojos brillaron con la luz de la habitación y de un salto, empezó a quitarse el delantal, camino al armario para buscar algo para ponerse.
El, por su lado, cogió el libro con las dos manos, y lo alzó,
-Tendreis que esperar amigos...tendreis que esperar un poco mas.-Dejo el libro en su lugar, detras de las novelas de isabel allende.
De pronto, un olor a galletas inundo sus fosas y el golpe de un plato al dejarse sobre una mesa le despertó de su lectura. Delante de el había un plato de galletas, recien horneadas, su mujer las acababa de dejar delante de el. Su cara reflejaba una mezcla de culpabilidad y tristeza. El miró al libro con nostalgía y luego a su mujer. Dejó el libro encima de la mesa con cuidado y susurro unas palabras. Cogió una galleta del monton y la mordio. llevaba pequeños trozos de chocolate incrustados dentro y sabía a gloria.
-Estan muy buenas-contesto el mientras se levantaba y la besaba dulcemente en los labios, con un regusto amargo a chocolate.
-Las hice con chocolate negro, que se que te gusta mas.-Contesto ella, sumisa.
-Te apetece que vayamos a ver esa obra que querias?-le pregunto el mientras terminaba la galleta.
-Pero...dijiste que no te gustaba...no tienes porque..-se apresuro a decir ella, culpable por la discusion anterior.
-Pero me gustas tu-le atajo, dandole un pequeño beso-Ponte guapa, después iremos a cenar.
La cara de su mujer se iluminó en una sonrisa, sus ojos brillaron con la luz de la habitación y de un salto, empezó a quitarse el delantal, camino al armario para buscar algo para ponerse.
El, por su lado, cogió el libro con las dos manos, y lo alzó,
-Tendreis que esperar amigos...tendreis que esperar un poco mas.-Dejo el libro en su lugar, detras de las novelas de isabel allende.

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