miércoles, 17 de febrero de 2010

Si no esperas nada...


El humo empezó a evaporarse por la habitación, se expandía en una densa masa, impidiendo ver con claridad el techo. Apagué el cigarillo en el cencicero que había depositado en la mesita de noche, al lado del envoltorio de preservativo que acababa de gastar.
-Te ha gustado?-preguntó una voz femenina detras mio, dulce, embadurnando cada silaba en aquel rojo carmin que habia tras la voz, y aquellos labios que habían tras el rojo y aquel rostro, medio tapado por una maraña de pelo rubio que caia por los hombros y se perdia por la espalda.
-Si-mi voz fue seca, sin sentimiento, sin apenas un atisbo de emoción, de satisfacción.
-Parece que como todas las noches- apartó la sabana con sus blanquecinas manos, la sabana tropezo con sus curvas, con sus pechos firmes, con su vientre, con sus caderas. Descendió por sus piernas hasta abandonarla a la desnudez y mi mirada quedó fija en el reloj.
-Es tarde, no llegaras-Dije mientras miraba como iba moviendose lentamente el segundero y animaba a seguir al minutero en un baile ciclico y caotico.
-Yo también te quiero carlos-dijo ella mientras por sus tobillos se deslizaba la ropa interior, inmaculada, y se ajustaba a su piel, de una tela exquisita. Yo no contesté.
-Tienes hambre?-estaba colocandose el sujetador tapando sus pechos de porcelana, el pelo le caia en ondas hacia delante.
-No mas de la que tienes tu-dijo ella mientras me sonreia, todavía conservaba el carmín.-¿porque no la llamas?-pregunto mientras cogía unos pantalones que había encima del sillón.
-¿para que iba a llamarla?-pregunte, levantando un poco la cabeza, ella buscaba su camiseta a tientas.
-Lo estas deseando, siempre piensas en ella cuando estas conmigo-volvio a sonreirme, sin tristeza, con total sinceridad
-Siempre intento evitarlo-respondí en un ataque de sinceridad desmedida.
-no te culpo, ni te condeno, no yo-dijo ella mientras se colocaba aquella camiseta, se movio el pelo con las manos intentando recuperar la forma inicial.
-Pero...no serviria de nada, ya es tarde, siempre es tarde y ella nunca volvio, nunca la deje volver.
-Nunca es tarde-el golpe de los tacones contra el suelo me dio a entender que los sacaba de debajo de la cama. Se los colocó juntos con unos calcetines discretos pero elegantes.
-Dejalo...si no esperas nada...no puedes desilusionarte no?-Ella se acerco por dentras abrazandome, su dulce melena rubia cayó por mi pecho desnudo acariciandome en cada poro, en cada centimentro, me estremecí durante un minuto, un escaso minuto que fueron 60 interminables segundos. Su boca se acerco a mi oido y pude notar su aliento acariciandome la oreja, susurrandome poco a poco.
-Te quiero- sus brazos me cogieron con mas fuerza y su pelo se fue oscureciendo a la vez que su voz cambiaba, se hacía mas familiar. La melena dorada se iba transfomando en color tierra, en un castaño fertil, amoroso, reconfortante, calido y un pequeño mechón blanco nacía de la raiz. El pelo se fue haciendo transparente y desapareció. Empecé a notar humedad, me apretaba el pecho. Me miré la mano.
-Sera mejor que vaya a limpiarme-dije en voz baja casi para mi, me metí en el baño solitario y despues me sente en el sillón, otro día mas, por esperar demasiado.

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