miércoles, 5 de mayo de 2010

Zay



196 DBY

Los propulsores emitieron un leve ruido amenazando con no elevar la nave, las cargas de apoyo fueron activados y como quien hace un último esfuerzo el propulsor aumento su potencia para elevar el trasbordador. La nave se alejaba poco a poco de aquel maldito planeta, de aquel pasado y de su esclavitud.
Había nacido en aquel planeta del borde exterior, no era el planeta natal de su raza, pero esta había sido esparcida por todo el universo. Sus padres se habían conocido en el gueto de Thar parid, al sur de la ciudad, donde guarnecían los miembros de su especia pertenecientes al hutt de la zona. Su madre trabajaba en uno de los clubs del hutt donde insinuaba sobre una plataforma las insinuantes formas twi´lek a los viajeros y demás desperdicios del sistema. Su padre trabajaba como agente social del hutt, consiguiéndole tratos y negocios. El hutt era un despreciable gusano que se divertía con la depravación y la degeneración que causaban sus clubs. Poco a poco lo que en un principio era un espectáculo visual acabó convirtiéndose en el inicio de un negocio de prostitución con las twi’lek.
Yo nací poco antes de eso, mi madre tuvo que dejar de trabajar y se mantuvo mucho tiempo en reposo antes y después de tenerme.
eso no gusto mucho al hutt que apremiaba a mi padre para que mi madre volviera al trabajo, pues estaba perdiendo dinero. El cuerpo de mi madre sufrió un deterioro considerable, lo cual enfureció al hutt. Yo tendría entonces 3 años y recuerdo como volvió mi madre llena de moratones y con toda la ropa rasgada, entonces no lo entendí, no recuerdo mas que una imagen vaga de aquello, pero la escena se repitió día tras día a espaldas de mi padre, que no llego a enterarse. Los años pasaron y en mi infancia me junte con 2 gemelos, vecinos en mi gueto. Solíamos ir al desguace donde retiraban naves y las piezas de viejos deslizadores que ya no servían o su reparación era pesada y costosa. Con aquellas piezas, mi compañeros y yo construimos nuestro primer deslizador, pero eso fue otra historia que ahora nada tiene que ver.
Con los años fui tomando conciencia de lo que mi madre hacía, el hutt la usaba como esclava sexual para satisfacer a sus compradores. Le habían amenazado con mi vida. Mi padre ciego ante esto, se preocupaba por el estado de su mujer y sus continuos llantos. Yo iba creciendo y mi cuerpo se transformaba para conseguir el cuerpo de una twi’lek madura. Recuerdo que mi madre rompía a llorar cada vez que veía mis formas entre la ropa.
Cuando cumplí 17 años unos sirvientes del hutt entraron en casa, golpearon a mi madre y me llevaron entre forcejeos y sollozos. Recuerdo que mis dos amigos intentaron ayudarme pero sirvió solo para que fueran azotados. Así, no tarde en trabajar en uno de los clubs donde me enseñarían el arte de la danza y a seducir con movimientos y miradas. Resultaba humillante.
Recuerdo haber tenido que aprender a defenderme para repeler a los hombres que intentaban algo mas que mirar, algo muy común. En mis ratos libres solía dedicarme a montar deslizadores, aquello me proporcionaba un dinero con el que algún día compraría mi libertad.
Los años pasaron, mi madre murió por los continuos abusos del hutt y mi padre cayó enfermo y no tardó en seguirla. Entonces me encontré sola, asediada por el hutt, humillada por sus lacayos y tratada como carne por los clientes.
No se como ocurrió todo, no se como conseguí escapar, pero recuerdo que aquel día había llorado hasta tarde maldiciendo mi suerte. Uno de los gemelos me llamo por la ventana, me esperaba abajo con el deslizador. Bajé con cuidado para no despertar a los guardias, momentos después nos encontrábamos saliendo de la ciudad, allá esperaba un deslizador construido por ellos para que pudiera escapar. Me dieron todo los creditos que pudieron conseguir y así conseguí escapar de esa carcel.
Más tarde descubrí que el hutt se enteró de su traición y los mando ejecutar.
Ahora 3 años después voy camino de mi venganza, estuve trabajando en carreras para poder pagar mi equipo y un viaje. Ahora espero encontrar a alguien que me ayude, para acabar con el reinado del hutt y por consiguiente librar a mi gente de las garras de la esclavitud.

martes, 4 de mayo de 2010

Hiruma Tomoe


Las flores del cerezo caían sobre el tejado del porche de la casa de Tomoe. Ella miraba por la ventana. Era muy pronto para salir, su marido todavía dormía en la cama. Se encontraba desnuda, tapada por una ligera sábana de seda. Su cuerpo se dibujaba perfectamente, ayudando a la imaginación.
Se levantó con sigilo para no despertar a su marido y caminó hacia el cuarto de baño. Según andaba iba recordando los momentos de la noche anterior. Su marido había querido otra vez estar con ella, en la intimidad, y otra vez la había tomado. Le repugnaba tanto el contacto con aquel hombre…

Un escalofrío recorrió su cuerpo y se metió en la bañera, con el agua caliente. Necesitaba olvidar aquella noche, aquel hombre, aquel contacto. Se frotó fuertemente los brazos, esperando así poder limpiar todo su cuerpo. Sabía que eso no estaba bien, que tenía que amar a su marido y respetarlo, pero no lo conseguía, él no le gustaba, no era la persona que despertaba sus más vergonzosos instintos. Su mente se fue hacia su rostro, vio a la persona a la que le profesaba su amor secreto. Recordó su cuerpo y sus manos buscaron debajo del agua hasta encontrar respuesta a sus oraciones.

Cuando salió del baño su marido ya se había ido, la habían casado con un importante diplomático imperial, por todos sus logros y además para estrechar las relaciones del clan con la familia imperial. Ella seguía manteniendo su apellido, gracias al favor del Emperador.
Después de vestirse se colocó su katana y wakizashi, aun no le habían asignado ningún grupo. Desde que vivía en palacio, sus actividades eran cada vez mas pasivas, nunca atendía misiones para su clan y su marido no le permitía ejercer misiones que pudieran poner en peligro su vida. Harta de todo eso, le pidió a la Voz del emperador algún trabajo, este la asignó como profesora de los grupos que estaban preparándose para ser magistrados esmeralda. Allí conoció a Nailah.

Paseó por el jardín de su casa, hacía un perfecto día, sin duda, ella estaría entrenando en el dojo del viento.
Atravesó el espacio que separaba su casa con el dojo del viento corriendo y se apresuró a decelerar cuando llegó a la puerta. Con mucho cuidado, abrió la puerta y se metió dentro, descalzándose para poder pasar. Los alumnos que estaban la saludaron como era debido y la sensei que estaba allí le profirió un caluroso saludo.
-Buenos Días Hiruma-san -dijo con voz dulce. Era una mujer bastante extraña para aquellas tierras. Llevaba el cabello blanco como la nieve, como los Grulla. Su tez era algo más morena, sus ojos muy rasgados, con unos labios bien perfilados. Era más alta que ella, aunque con un cuerpo grácil. Tenía grandes pechos que abultaban por el estrecho kimono que ella llevaba.
-Buenos días Nailah-chan -dijo ella algo mas descortés, pues se tomaba mil libertades con la pobre Grulla. 

Esta se avergonzó un poco porque la llamara así delante de sus alumnos e intento escurrir el bulto.
-Bien, clase, ahora que Hiruma-san esta aquí, practicaremos la lucha cuerpo a cuerpo -Nailah los repartió por parejas y ella misma se encaró con la Cangrejo que desanudo su kimono y soltó sus brazos por fuera, para ganar flexibilidad. Los alumnos emitieron un sonido al ver el descaro de la Cangrejo, que apenas contaba con unas vendas para tapar su torso.

La clase continuó y ambas lucharon, quedándose muy cerca. Tomoe notaba el olor del cuerpo de la Grulla. Era un olor dulce, no tan brusco como el de su marido, un olor agradable que le provocaba irrefrenables deseos de querer más. Tomoe intentaba mantenerse al margen pues cada vez que se acercaba a la Grulla su cuerpo se moví  irrefrenablemente hacia el de la chica, buscando su cintura, agarrándola disimuladamente para hacerle una llave o simplemente tumbándola para poder sentir el roce de su piel y el olor de su pelo.

Al terminar la clase los alumnos recogieron y se marcharon en orden, charlando acerca de la clase. Cuando todos se habían ido, la grulla suspiró profundamente.
-Te has pasado esta vez, Hiruma-san -dijo mientras frotaba su espalda- me has hecho daño.
-Oh, yo no quería…-respondió preocupada por la espalda de su compañera.
-Tranquila, mañana se me pasará -dijo la Grulla mientras hacía unos estiramientos- Espero que te den tu grupo pronto, no aguantaré esta marcha mucho tiempo -bromeó.
-Claro… seguro… -dijo apenada, no quería separarse de al lado de la Grulla, quería estar con ella, tanto por el día en el dojo, como por la noche en su cuarto, pero eso era algo que nunca le podría decir.- Déjame ver tu espalda, sé algo de ese tipo de lesiones.

La Grulla se sujetó el pelo con una cinta en una coleta larga y dejó caer la parte de arriba de su atuendo, justo hasta los codos, dejando su cuello y la parte de arriba de su espalda al descubierto. Tomoe se acercó, notaba su corazón acelerado, notaba como su piel se erizaba y un calor intenso empezaba a subirle entre sus piernas. Colocó las manos en la espalda de la Grulla, era una piel suave como la tela más exquisita que pudieran fabricar.
-Tienes una piel muy suave -comentó Tomoe que inspeccionaba cada parte de su cuerpo con minucioso detalle. Justo en la espalda, por encima del omóplato, tenía un tatuaje, un circulo negro que encerraba una pirámide- ¿y este tatuaje?

La Grulla se dio prisa por apartarse y tapar su desnudez.
-No se, lo tengo desde antes que tuviera memoria -contestó ella. Y disculpándose, se marchó por la puerta del dojo.

Tomoe volvió a casa, en su memoria volvía a ver la espalda de Nailah, con su tez tostada, tan perfecta, tan dulce, tan suave. Volvía a recordar el olor de su cabello, ese olor que le impregnaba el alma y hacía que un escalofrío le recorriera sus partes más intimas. Un calor que no podía sofocar empezó a nacer en lo más profundo de su ser. La deseaba, deseaba a la Grulla como nunca había deseado a nadie, como nunca desearía a su marido. Cuando llegó a casa, él todavía no había llegado. Mandó a sus criados a preparar un baño caliente como el de aquella mañana, lo necesitaba y aquella noche le daría igual que aquel hombre quisiera poseer su cuerpo, pues su alma estaría buscando la de la Grulla, al igual que su mente.

Kaiu Takumi


El martillo volvió a caer sobre el acero candente y varias chispas saltaron hacia el Cangrejo, que retiró la cara para no sufrir quemaduras. Cogió aquel pedazo de metal y lo sumergió en agua, haciendo que saliera el vapor directamente hacia arriba.
Se retiró el sudor de la cara, llevaba desde primera hora de la mañana y hacía mucho que había pasado la hora de comer. Siempre que se metía en la forja, el tiempo se distorsionaba.

Varios golpes en la puerta llamaron la atención del herrero Kaiu.
-He dicho que no quiero que nadie me interrumpa en la forja -dijo con voz grave mientras caminaba renqueando del lado derecho hasta la mesa para dejar aquel trozo de metal a medio hacer- ¡Lo he dicho mil y una veces! ¡Ahora tendré que empezar de nuevo!

La sombra de la puerta emitió una carcajada y se interno en la penumbra del taller, apenas alumbrado por varias antorchas y el fuego del horno que ardía casi las veinticuatro horas del día.
-Kaiu-san, siempre tan gruñón- Sonó una voz todavía más grave, la sombra se dejó iluminar por una de las antorchas de la sala y salió un hombre, de unos treinta y pocos años. Sacaba dos cabezas al herrero, de constitución fuerte. Llevaba el pelo suelto, bastante largo. Los rasgos de la cara eran muy bastos, y esta estaba sucia por el polvo del camino. Portaba una armadura pesada que sólo dejaba visibles ciertas cicatrices de sus brazos. El daisho de samurái colgaba del lateral y al lado contrario un enorme tetsubo.
-¡Okami! ¡Siempre tan impertinente, tan estúpido!-Renqueó el herrero hacia el Cangrejo que le esperaba en la entrada de la forja, cuando llegó, estrecharon sus brazos, en señal de amistad- Pero siempre igual de honorable. ¿Qué te trae aquí?

El Cangrejo desenvolvió una caja que llevaba a la espalda, tapada con una tela azul metálica, con el mon de la familia Hida bordado. Dejó la caja encima de la mesa y se separó, esperando que el artesano moviera primero la ficha.
-Por esto mismo nos conocimos Hida -dijo más solemne el herrero- Te llevo esperando desde entonces, desde que me lo dijiste, y has tardado demasiado en volver, estúpido descerebrado -el Cangrejo Hida sonrió levemente.
-He venido cuando el deber me ha dejado -Respondió Hida, nervioso, deseando que abriera la funda.

El herrero no se hizo esperar y se adelantó hacía la caja de madera, abrió la pequeña cerradura que guardaba el interior y levanto la tapa dejando ver una katana. La hoja está rota por varias partes, y el metal muy desgastado. El mango solo quedaba la mitad, y la tela que lo sujetaba estaba podrida. El Kaiu cogió un trozo de metal y lo examinó de cerca.
-Es…genial…-dijo en voz baja mientras oteaba la hoja de arriba abajo- La manufactura es perfecta, los doblados exactos hasta el milímetro, calentada hasta el punto exacto, ni un grado más.

Hida miraba al Kaiu, que, entusiasmado con lo que Hida le había traído, maquinaba en su cabeza la mejor forma de volver a forjar esa arma. El Cangrejo se dio la vuelta y se marchó de la forja, pero el Kaiu ni se enteró que se había despedido.
Hida esperó en la casa, esperó varios meses y el Kaiu no salía de su caseta. Un día, mientras Hida entrenaba en el césped salió Kaiu de la caseta, con la caja de madera, y Hida se precipitó a cogerla, pero Kaiu le detuvo.
-No, ahora es hora de dormir, cuando despierte el artesano, entonces podrás tener tu katana.

Kaiu se fue a dormir y pasaron dos días en los que no se levantó ni para comer. Y cuando el tercer día despuntaba en el horizonte, el Kaiu entró en la habitación del Cangrejo con la caja bajo el brazo y la dejó en el suelo, delante de él, expectante.
El Cangrejo alargó la mano y destapó la caja, y su cara se quedó paralizada ante lo que veía. La hoja de la espada de su familia había sido recompuesta, pero no estaba como antes, la había cambiado. El mango portaba los mismos colores pero otra distribución y la espada tenía un grado diferente lo notó al cogerla y esgrimirla.
-Pero…pero…esta no es la espada de mis ancestros.-Dijo el cangrejo algo extrañado- ¡Tu trabajo era reconstruirla, Kaiu!

El Kaiu se levanto con dificultad por culpa de su pierna y dio un ligero golpe al suelo.
-¡Mi trabajo no es reconstruir, es forjar nuevas katanas!-Dijo el Kaiu- Y esa es tu katana.

El Kaiu se dio media vuelta y se marchó cojeando hacía la cocina. Hida se quedó pensativo, sin saber cómo reaccionar.