viernes, 13 de enero de 2012

Bayushi Isei


Bayushi miró a ambos lados, la luna iluminaba la calle estirando las sombras lo suficiente para esconder al joven Escorpión. Contuvo el aliento durante unos segundos y corrió hacia la pared dando un par de pasos y agarrandose a las tejas con las dos manos. Apenas había habido un susurro, sólo el tintineo de la katana contra el wakizashi. Isei tensó los músculos y poco a poco fue levantando su cuerpo, mientras se ayudaba con los pies para subir. Al llegar arriba, se puso de cuclillas y miró al otro lado de la muralla. Allí se extendía un pequeño bosque de distintas variedades de árboles, creando una composición de lo más artificial, pero hermosa al mismo tiempo. El verde de los arboles quedaba oscurecido por las sombras, dando un aspecto tétrico.

El Escorpión se agachó de golpe al escuchar un sonido de botas, más abajo, por la calle, varios guardias hacían la guardia por aquella zona.
"Maldita sea Isei, estate atento, solo tienes trece minutos" El Escorpión se deslizó por el tejado y se dejó caer por la otra parte, descendiendo por uno de los árboles que quedaban a ese lado. Se palpó el cinturón y el mango de los sais le resulto agradable y cálido. En una pequeña carrera atravesó el bosque, parándose en el linde.
"Tres guardias, dos con lanzas y uno con arco" Su mente calculaba rápidamente las opciones "Un puente, una glorieta, desde ahí se puede saltar."

Como si de un gato se tratara, el samurái corrió hasta el puente saltando encima de unos pilares e impulsándose hasta coger el tejado de la glorieta. Desde ahí dio otro pequeño salto y subió a uno de los grandes arboles y se deslizó por las ramas hasta alcanzar el primer piso de aquel enorme edificio. Miró hacia arriba y frotándose las manos empezó a escalar. El negro de su traje de confundía con la pared de la casa, que se escondía de la luna. Era una casa enorme de unos tres pisos de altura.
Isei alcanzó el tercer piso sin problemas y se acercó a la ventana correcta. La luz seguía todavía encendida y tocó levemente con los nudillos, retirándose la mascara de la cara. Una sombra se acercó a la ventana de papel y la corrió débilmente, para dejar tras de si a una joven mujer de unos quince años. Era morena, con el pelo cayéndole en cascada hasta la cintura. Tenía la piel pálida, delicada, como las figurillas que vendían en el mercado, aquellas que escondían tras una vitrina para que nadie las rompiera. Los labios finos, la nariz pequeña, muy fina, como una aguja. Llevaba el kimono todavía puesto pero con el obi desatado.

La chica casi dio un grito cuando Isei puso el dedo en sus labios.
-Tranquila, soy yo, ¿no me recuerdas?-Isei le sonrió, ella lo miró a los ojos y enseguida se relajó.
-Hoshi...-La chica susurró su viejo nombre, su nombre de niño y los recuerdos de su infancia le inundaron.
-Ya no me llamo así, mi nombre es Isei, es el nombre que he cogido tras mi gemmpuku -dijo el chico, orgulloso. Su melena negra estaba recogida en una colega alta para que fuera mas cómodo moverse.
-Es un buen nombre -dijo ella mientras se sentaba en el alfeizar- Pero para mí siempre serás el pequeño Hoshi.

El rostro de ella pareció entristecer, tenía los ojos cristalinos, la nariz rojiza y las mejillas del mismo color, había estado llorando.
-Hacia dos años que no te veía -dijo después de un pequeño silencio.-Desde aquello...
-Estuve entrenando-contesto él, no le gustaba que se refirieran a aquello, no se lo dijo ni a su tío, a quien confesaba todo lo que hacia.-Tenía que completar el gemmpuku. Ahora soy todo un hombre.

Ella lo miró de arriba a abajo y sonrió.
-Sí, sin duda eso parece -dijo señalando la espada que este portaba al cinto.
-Pronto seré un gran samurái, y entonces tu padre no podrá tirarme de tu lado -las palabras hicieron que la pequeña llorara, Isei se quedó paralizado sin saber qué hacer.
-Hoy...hoy mi padre me ha presentado al hijo menor del daymio, el año que viene todo estará preparado para que me case con él -la voz de ella sonaba entrecortada, no le agradaba la idea pero era por el bien de la familia.

Isei dio un paso atrás, y después otro.
-Hoshi...-la voz de ella le llamó. Isei se puso la mascara y se dio la vuelta, corrió, corrió como nunca había hecho, sin preocuparse por el ruido, los guardias se alertaron pero para cuando llegaron a donde habían oído el ruido, Isei estaba muy lejos de allí.

El samurái se paró en un tejado, de su máscara caían lagrimas, que chocaban contra las tejas y resbalaban hasta el suelo.
"Conoce tus debilidades"Se repitió en su cabeza "conoce tus debilidades y nunca las muestres".

Dio un golpe seco, se secó las lagrimas y las dejó atrás, con su gemmpuku. Al día siguiente tenía que partir de la ciudad.

1 comentario:

  1. Hala, que triste T_T
    Pero muy Assasin's Creed xD me ha gustado, sip.

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