lunes, 21 de septiembre de 2009

Periodico






Había amanecido hacia algunas horas y los pájaros ya empezaban a entonar algunos tonos contra las ventanas de madera de la señora de enfrente, pidiendo, como cada día, su ración de pan para el desayuno. La señora, puntual como siempre, desmigajaba el pan y lo iba soltando el el alfeizar de la ventana. Ya se podía oir a los pájaros pelearse por los trozitos de pan duro que la mujer había guardado de la cena.
Sonreí y heche mano de la bolsa que colgaba de uno de los pomos del armario de la cocina, aun estaba humeante pues hacia relativamente poco que había salido a recogerla del horno, la mujer ademas me había puesto unos curasanes para desayunar y me había dicho que los terminaba de sacar y esos eran especialmente para mi. Aquella mujer sin duda era una de las pocas que apreciaba, mas que nada por el trato que me profesaba. Saque de la bolsa uno de aquellos curasanes, todavia calientes, cuando mis dedos apretaron un poco el bollo este solto una bocanada de humo, mientras el bollo se iba impregnando de aquella solucion pegajosa que tenian todos los curasanes. Me lo lleve a la boca mientras con la otra mano sujetaba el café que me había preparado y me dirigí a mi pequeña mesa, suficiente para una sola persona, para desayunar como cada mañana. Después de varios bocados, decidí que sería bueno ver si aquellos curasanes mejoraban cuando estaban empapados en café. Pasaban los minutos mientars me deleitaba con el sabor de aquella mezcla, el sabor del café empapaba al curasan que se inchaba de gozo y mas me inchaba yo notando como aquel sabor pasaba del curasan a mi lengua, y se iba con una parte de este. Pasé asi varios minutos hasta que mi mirada reparo en algo que no había reparado antes, la fecha del calendario, me levanté despacio, mi mente había querido esconder aquella fecha pero aquel calendario puesto en la pared me lo recordaba. Paseé hasta mi pequeño cuarto, allí los libros de amontonaban en cientos y cientos, desordenados. Abrí el armario y allí se encontraba la ropa, bien colocada, los años me habían dado mas cuidado y apreciaba mas el orden, al menos con todo aquello que no fuera libros, aunque el problema se originaba en que tenia demasiados. Alargué la mano y cogí una pequeña carpeta, estaba llena de polvo y no tenia inscripcion alguna. La bajé con sumo cuidado como si al acercarse a mi quemara mi piel. Con la carpeta bien sujeta, avance hasta la mesa.
Una vez allí desplace las gomas que la sujetaban y levantando la tapa ojee su contenido. Eran varíos recortes de periodico, con fecha del mismo día pero muchos años atras, el titular estaba en grande: "Escritora muere en un accidente de tráfico". Este venía adjunto con una foto del lugar de los sucesos, el artículo se alargaba dando información adicional sobre el suceso. Pasé la mano por encima, inconscientemente como si quisiera agarrar ese momento, arrancarlo de aquellas hojas y del tiempo y que todo fuera como antes, volvía a recordar aquella mañana, aquella enfermedad, era un estupido costipado, podía haber ido sin problemas. Mis manos empezarón a temblar, descontroladamente, pase la pagina. La siguiente era de semanas mas tarde, era un recorte de las necrologicas, en ella se veia un nombre en grande, seguido de una frase, la pase rapidamente. La tercera era un pequeño manuscrito, volví a cogerlo entre mis manos, en la tapa se podía ver varios titulos tachados, y debajo de ellos un nombre, el suyo. Empecé a releer aquel principio de novela, aquella que no había conseguido acabar. Fue una noche la que le vino la inspiracion, nos encontrabamos en la cama, yo besaba su cuello y acariciaba su vientre, mientras ella disfrutaba con los ojos cerrados, tumbada desnuda en nuestra cama. Levanté los labios y la miré a los ojos, hechizado, sucumbido ante su belleza, sucumbido ante aquel sentimiento que siempre había criticado, ella se sonrojó levemente y desvió la mirada turbada y dijo un vergonzoso que. Alargue la mano y asi si barbilla haciendo que me mirase delicadamente: Eres la mujer de mi vida y siempre te amaré. En sus ojos aparecieron dos lagrimas escurridizas que conseguí atrapar con la yema de mis dedos. Ella me besó confesandome cuanto me amaba. La tomé allí, como cuando eramos jovenes, con nuestros besos apasionados, las manos atolondradas y torpes, las caricias, las palabras, los susurros, los jadeos. Cuando terminamos me levanté a lavarme, despues de besar su cuerpo por última vez, Cuando volvi me miró, y me sonrió, y aun recuerdo sus palabras: Acabo de tener la mejor idea que he tenido nunca para una novela, gracias mi amor. Yo la interrogue como siempre, para saber de que trataba, ella me dijo que como yo nunca lo hacía ella ahora me haría esperar, pero fue imposible y a los cinco minutos me comentaba su idea. Era magnifica, era dinamica y sobretodo era suya. Había empezado aquella misma noche mientras yo le preparaba algo para tomar, siempre decia que le entraba mucha hambre despues de yacer en la cama conmigo.
Le preparé un chocolate caliente, seguido de bolleria que teniamos en la alacena. Cuando llegué al cuarto ella estaba sentada en aquella maquina de escribir de color verde, yo le pregunté que porque no la empezaba en el ordenador y luego la pasaba, ella me dijo que como había sido yo el que la había inspirado queria usar la máquina que yo le regalé. Le dejé el chocolate encima de la mesa y me senté en la cama, paciente, con un pequeño libro. Al final cai rendido mucho antes de que ella parara de escribir, al despertarme ella estaba durmiendo y me había dejado un dosier, era el primer capitulo. Sostuve un rato mas aquel fardo de paginas, eran 16 capitulos de aquel libro, aunque aun quedaban 4 por terminar, me fui al cuarto y desempolve la vieja máquina, todavia le quedaba tinta, y mi mente retenia el final de aquel libro.
Tomé un sorbo de café...ya estaba demasiado frio.

No hay comentarios:

Publicar un comentario