lunes, 21 de septiembre de 2009

Luna






La luna había hecho su aparición en el cielo. Su mortecina luz alumbraba en destellos de plata el verde campo por el que solían pastar las vacas después del amanecer. Alargué la mano para tocar la fina hierba, estaba fría, carente de aquel calor humano el cual hacía latir a mi ser. Apesadumbrado aparté la mano e intente levantarme, un pequeño dolor de espalda me atenazó, obligándome a apoyarme en aquel tronco el cual reposaba a la orilla del pequeño río, bebiendo con sus raíces de el. Estaba ya mayor, eran demasiados años los que caían sobre mi cuerpo. Bajé la vista, un sobre se había deslizado del bolsillo de mi chaqueta, estaba aun sin abrir y en el remite se podía ver un nombre: Isabella. Alargue la mano castigada por el tiempo, las venas sobresalían en la vieja mano, la piel perdía su elasticidad tornándose una masa desgastada, un pequeño sentimiento de malestar empezó a aflorar, era demasiado mayor...
Cogí la carta mirándola, la había traído sara la noche pasada, Isabella siempre había sabido arreglárselas y podía ser muy persuasiva. Volvieron a mi mente destellos de recuerdos, la casa se abría y en el portal discutía yo con Isabella, detrás Lorena se reía en silencio, para no echar leña al fuego. Isabella acababa diciéndome que era un viejo cascarrabias y se marchaba dando un portazo, entonces Lorena que no aguantaba más se acercaba a mi, me daba un beso en la mejilla y entre risas me decía: "bueno Sr. Viejo Cascarrabias, ¿le apetece que le haga un puré para cenar?". Yo sonreía, aun con el enfado y la burla, odiaba que me dijera eso, pero me encantaba que viniera a mi.
Abrí la carta con cuidado, el sobre ya estaba arrugado por la estancia en mi bolsillo, en el papel se vislumbraba su caligrafía, daba gracias de que ninguna hubiera sacado la mía. Desdoble la carta, estaba fechada hace una semana. Empecé a leer, Isabella me contaba como estaban las cosas, como iban los niños, lo idiota que era yo, que si no volvía vendría a buscarme...Me paré en la última linea.
"Carlos, mas te vale venir, porque voy a ser mamá"
Sonreí, los dedos arrugaron el papel que poco a poco fue humedeciéndose a la par que las letras se volvían borrosas, como si un velo de agua las cubriera. Saqué el pañuelo del bolsillo y me lo pase por la cara. En la carta adjuntaban una dirección, seguramente se habrían mudado o algo así. Guardé la carta en el bolsillo de la cual había salido, el sobre después de caer al la hierba, había sido trasportado por el leve aire que corría en la noche, era un aire fresco, y ahora el sobre bajaba rió abajo, descomponiéndose por el agua. Ella me hubiera matado por aquel despiste. Alcé la mirada y vi a la luna, rodeada de miles de lucecitas, que no hacían mas que coronarla. Ladré una vez, no pasó nada...Volví a ladrar, el silencio fue el único sonido que me devolvió. La miré apenado buscando alguna respuesta, pero allí solo estaba ella, grande, redonda, de plata... Era suficiente respuesta.
Salí hacía el camino de piedra, la luna lo iluminaba especialmente, la luz parecía indicar el pueblo. Seguí andando hasta llegar a la puerta de mi casa, apoyé la mano y la puerta cedió bajo mi peso, no hacía falta cerrarla con llave. Entre dejando la luna atrás, su luz se fue apagando a medida que la puerta seguía su curso hasta cerrarse. La oscuridad era casi completa, solo un pequeño haz se escurría entre las cortinas, las aparté y me tumbe en la cama. En la mesilla discurrían varios libros de Isabel Allende, nunca me había gustado aquella mujer, pero misteriosamente había empezado a cobrar sentido en mi. Creo que esperaba que los espíritus también pudieran cuidar de mi. Alargué la mano y encendí la pequeña lámpara, después cogí el libro abriéndolo desde el marca páginas, los había releído decenas de veces, y con cada uno creía verla, creía sentirla, creía olerla...Pero algo me decía que no estaba allí fuera, no existía eso...Pero si estaba allí dentro, porque una pequeña parte de su alma siempre residió allí.

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