lunes, 21 de septiembre de 2009

Periodico






Había amanecido hacia algunas horas y los pájaros ya empezaban a entonar algunos tonos contra las ventanas de madera de la señora de enfrente, pidiendo, como cada día, su ración de pan para el desayuno. La señora, puntual como siempre, desmigajaba el pan y lo iba soltando el el alfeizar de la ventana. Ya se podía oir a los pájaros pelearse por los trozitos de pan duro que la mujer había guardado de la cena.
Sonreí y heche mano de la bolsa que colgaba de uno de los pomos del armario de la cocina, aun estaba humeante pues hacia relativamente poco que había salido a recogerla del horno, la mujer ademas me había puesto unos curasanes para desayunar y me había dicho que los terminaba de sacar y esos eran especialmente para mi. Aquella mujer sin duda era una de las pocas que apreciaba, mas que nada por el trato que me profesaba. Saque de la bolsa uno de aquellos curasanes, todavia calientes, cuando mis dedos apretaron un poco el bollo este solto una bocanada de humo, mientras el bollo se iba impregnando de aquella solucion pegajosa que tenian todos los curasanes. Me lo lleve a la boca mientras con la otra mano sujetaba el café que me había preparado y me dirigí a mi pequeña mesa, suficiente para una sola persona, para desayunar como cada mañana. Después de varios bocados, decidí que sería bueno ver si aquellos curasanes mejoraban cuando estaban empapados en café. Pasaban los minutos mientars me deleitaba con el sabor de aquella mezcla, el sabor del café empapaba al curasan que se inchaba de gozo y mas me inchaba yo notando como aquel sabor pasaba del curasan a mi lengua, y se iba con una parte de este. Pasé asi varios minutos hasta que mi mirada reparo en algo que no había reparado antes, la fecha del calendario, me levanté despacio, mi mente había querido esconder aquella fecha pero aquel calendario puesto en la pared me lo recordaba. Paseé hasta mi pequeño cuarto, allí los libros de amontonaban en cientos y cientos, desordenados. Abrí el armario y allí se encontraba la ropa, bien colocada, los años me habían dado mas cuidado y apreciaba mas el orden, al menos con todo aquello que no fuera libros, aunque el problema se originaba en que tenia demasiados. Alargué la mano y cogí una pequeña carpeta, estaba llena de polvo y no tenia inscripcion alguna. La bajé con sumo cuidado como si al acercarse a mi quemara mi piel. Con la carpeta bien sujeta, avance hasta la mesa.
Una vez allí desplace las gomas que la sujetaban y levantando la tapa ojee su contenido. Eran varíos recortes de periodico, con fecha del mismo día pero muchos años atras, el titular estaba en grande: "Escritora muere en un accidente de tráfico". Este venía adjunto con una foto del lugar de los sucesos, el artículo se alargaba dando información adicional sobre el suceso. Pasé la mano por encima, inconscientemente como si quisiera agarrar ese momento, arrancarlo de aquellas hojas y del tiempo y que todo fuera como antes, volvía a recordar aquella mañana, aquella enfermedad, era un estupido costipado, podía haber ido sin problemas. Mis manos empezarón a temblar, descontroladamente, pase la pagina. La siguiente era de semanas mas tarde, era un recorte de las necrologicas, en ella se veia un nombre en grande, seguido de una frase, la pase rapidamente. La tercera era un pequeño manuscrito, volví a cogerlo entre mis manos, en la tapa se podía ver varios titulos tachados, y debajo de ellos un nombre, el suyo. Empecé a releer aquel principio de novela, aquella que no había conseguido acabar. Fue una noche la que le vino la inspiracion, nos encontrabamos en la cama, yo besaba su cuello y acariciaba su vientre, mientras ella disfrutaba con los ojos cerrados, tumbada desnuda en nuestra cama. Levanté los labios y la miré a los ojos, hechizado, sucumbido ante su belleza, sucumbido ante aquel sentimiento que siempre había criticado, ella se sonrojó levemente y desvió la mirada turbada y dijo un vergonzoso que. Alargue la mano y asi si barbilla haciendo que me mirase delicadamente: Eres la mujer de mi vida y siempre te amaré. En sus ojos aparecieron dos lagrimas escurridizas que conseguí atrapar con la yema de mis dedos. Ella me besó confesandome cuanto me amaba. La tomé allí, como cuando eramos jovenes, con nuestros besos apasionados, las manos atolondradas y torpes, las caricias, las palabras, los susurros, los jadeos. Cuando terminamos me levanté a lavarme, despues de besar su cuerpo por última vez, Cuando volvi me miró, y me sonrió, y aun recuerdo sus palabras: Acabo de tener la mejor idea que he tenido nunca para una novela, gracias mi amor. Yo la interrogue como siempre, para saber de que trataba, ella me dijo que como yo nunca lo hacía ella ahora me haría esperar, pero fue imposible y a los cinco minutos me comentaba su idea. Era magnifica, era dinamica y sobretodo era suya. Había empezado aquella misma noche mientras yo le preparaba algo para tomar, siempre decia que le entraba mucha hambre despues de yacer en la cama conmigo.
Le preparé un chocolate caliente, seguido de bolleria que teniamos en la alacena. Cuando llegué al cuarto ella estaba sentada en aquella maquina de escribir de color verde, yo le pregunté que porque no la empezaba en el ordenador y luego la pasaba, ella me dijo que como había sido yo el que la había inspirado queria usar la máquina que yo le regalé. Le dejé el chocolate encima de la mesa y me senté en la cama, paciente, con un pequeño libro. Al final cai rendido mucho antes de que ella parara de escribir, al despertarme ella estaba durmiendo y me había dejado un dosier, era el primer capitulo. Sostuve un rato mas aquel fardo de paginas, eran 16 capitulos de aquel libro, aunque aun quedaban 4 por terminar, me fui al cuarto y desempolve la vieja máquina, todavia le quedaba tinta, y mi mente retenia el final de aquel libro.
Tomé un sorbo de café...ya estaba demasiado frio.

Luna






La luna había hecho su aparición en el cielo. Su mortecina luz alumbraba en destellos de plata el verde campo por el que solían pastar las vacas después del amanecer. Alargué la mano para tocar la fina hierba, estaba fría, carente de aquel calor humano el cual hacía latir a mi ser. Apesadumbrado aparté la mano e intente levantarme, un pequeño dolor de espalda me atenazó, obligándome a apoyarme en aquel tronco el cual reposaba a la orilla del pequeño río, bebiendo con sus raíces de el. Estaba ya mayor, eran demasiados años los que caían sobre mi cuerpo. Bajé la vista, un sobre se había deslizado del bolsillo de mi chaqueta, estaba aun sin abrir y en el remite se podía ver un nombre: Isabella. Alargue la mano castigada por el tiempo, las venas sobresalían en la vieja mano, la piel perdía su elasticidad tornándose una masa desgastada, un pequeño sentimiento de malestar empezó a aflorar, era demasiado mayor...
Cogí la carta mirándola, la había traído sara la noche pasada, Isabella siempre había sabido arreglárselas y podía ser muy persuasiva. Volvieron a mi mente destellos de recuerdos, la casa se abría y en el portal discutía yo con Isabella, detrás Lorena se reía en silencio, para no echar leña al fuego. Isabella acababa diciéndome que era un viejo cascarrabias y se marchaba dando un portazo, entonces Lorena que no aguantaba más se acercaba a mi, me daba un beso en la mejilla y entre risas me decía: "bueno Sr. Viejo Cascarrabias, ¿le apetece que le haga un puré para cenar?". Yo sonreía, aun con el enfado y la burla, odiaba que me dijera eso, pero me encantaba que viniera a mi.
Abrí la carta con cuidado, el sobre ya estaba arrugado por la estancia en mi bolsillo, en el papel se vislumbraba su caligrafía, daba gracias de que ninguna hubiera sacado la mía. Desdoble la carta, estaba fechada hace una semana. Empecé a leer, Isabella me contaba como estaban las cosas, como iban los niños, lo idiota que era yo, que si no volvía vendría a buscarme...Me paré en la última linea.
"Carlos, mas te vale venir, porque voy a ser mamá"
Sonreí, los dedos arrugaron el papel que poco a poco fue humedeciéndose a la par que las letras se volvían borrosas, como si un velo de agua las cubriera. Saqué el pañuelo del bolsillo y me lo pase por la cara. En la carta adjuntaban una dirección, seguramente se habrían mudado o algo así. Guardé la carta en el bolsillo de la cual había salido, el sobre después de caer al la hierba, había sido trasportado por el leve aire que corría en la noche, era un aire fresco, y ahora el sobre bajaba rió abajo, descomponiéndose por el agua. Ella me hubiera matado por aquel despiste. Alcé la mirada y vi a la luna, rodeada de miles de lucecitas, que no hacían mas que coronarla. Ladré una vez, no pasó nada...Volví a ladrar, el silencio fue el único sonido que me devolvió. La miré apenado buscando alguna respuesta, pero allí solo estaba ella, grande, redonda, de plata... Era suficiente respuesta.
Salí hacía el camino de piedra, la luna lo iluminaba especialmente, la luz parecía indicar el pueblo. Seguí andando hasta llegar a la puerta de mi casa, apoyé la mano y la puerta cedió bajo mi peso, no hacía falta cerrarla con llave. Entre dejando la luna atrás, su luz se fue apagando a medida que la puerta seguía su curso hasta cerrarse. La oscuridad era casi completa, solo un pequeño haz se escurría entre las cortinas, las aparté y me tumbe en la cama. En la mesilla discurrían varios libros de Isabel Allende, nunca me había gustado aquella mujer, pero misteriosamente había empezado a cobrar sentido en mi. Creo que esperaba que los espíritus también pudieran cuidar de mi. Alargué la mano y encendí la pequeña lámpara, después cogí el libro abriéndolo desde el marca páginas, los había releído decenas de veces, y con cada uno creía verla, creía sentirla, creía olerla...Pero algo me decía que no estaba allí fuera, no existía eso...Pero si estaba allí dentro, porque una pequeña parte de su alma siempre residió allí.

Tiempo







La soledad indundaba el lobrego despacho, siendo el tintineo de la pluma sobre el recimiento lo unico que rompia aquel estado de silencio permanente.
Eran las 9 de la noche de una vispera veraniega, me dedicaba a corregir unos trabajos de ultima hora que habia mandado ya que el tiempo apremiaba a mis deseos y a mi forma de enseñar y tenia que mandar trabajo a casa.
Unos pasos rompieron la monotonia del tintero, quitandole todo el protagonismo de la escena. Los passo iban lentos, inseguros, sin hacer mucho ruido pero el suficiente para que yo lo escuchara. Una sombra aparecio detras del cristal, seguramente dueña de esos pasos pues al pararse delante de la puerta estos cesaron.
-¿si?- pregunte adelantandome, antes de que unos pequeños nudillos golpearan la puerta. Esta se abrio dejando ver a la pequeña sara que observaba desde el resquicio- pasa, pasa no te quedes ahi mujer- la chica obedecio dejando el bolso colgado del pomo y busco una silla, retirando los papelorios que la abordaban.
-Acabo de llegar al pueblo Don carlos-dijo ella despues de darme 2 besos- ha sido un viaje algo cansado.
-Bien, bien- dije yo apartando mis quehaceres- veo que estas magnifica ¿que tal todo? alumbra a este viejo con algo de tu experiencia- dije con un tono que bien podria haberse tomadom como burla pero que ella entendio como amor paternal.
-pues vera..venia, ademas de para verle-se escuso- a pedirle un favor..-dijo agachando la cabeza y avergonzandose.
-no tengas miedo, pide por esa boquita.
-vera..-dijo alargando la mano hacia el bolso- esque queria que revisara este examen...-la chica saco un folio escrito, seguido de un par mas, corregidos en rojo.
Alargue la mano y revise el examen, si duda la caligrafia era extrafalaria, me recordaba a la suya, esteticamente bonita, pero casi ilegible. Despues de pararme unos minutos leyuendolo se lo devolvi.
-¿quieres una segunda opinion?
-no, quiero su opinion-dijo ella tragando saliba.
-uno de los mejores comentarios sobre mi obra que he ledio en bastante tiempo-dije sonriendo y se le ilumino la cara, si no hubiera sido por su natural verguenza hubiera saltado y brincado hasta la saciedad. Pasamos horas hablando de nada, de su carera, de sus amigas, del club de lectura...incluso me hablo de varios chicos de su universidad... Mi vena paternal me obligo a advertirle sobre esos seres unineuronales a lo que ella rio y me dijo que bien sabia lo que se hacia. Ella me pregunto sobre mi estancia y le describi con todo detalle mi monotnia diaria que no se alejaba mas de mis quehaceres, escritos y pensamientos. Me reprendio por no salir mas, obligandome a prometerle que mañana iria con ella al campo a recoger naranjas en el huerto de su tio. Mas tarde me pregunto sobre mujeres y le respondi que ya me esperaba una en algun lugar y no podia estar con otra. su cara se entristecio como la de aquel que mira al chucho viejo y apaleado que intenta todavia mantenerse en pie despues de todo.
Sara entonces balbuceo un poco y dijo:
-¿no echa de menos su antigua vida? su familia...-dijo ella con voz entrecortada.
-claro que si, a mi pequeño cristobal, a la timida layla, a la energica clara, que tanto se parece a su madre, laurana, ines y sobretodo las discusiones con la cabezota de isabella-dije entre delirio y sueño- y sobre todo a mi mujer, cuanto la añoro sara...-era la primera vez que hablaba a alguien a esto que fuera mi papel.
-¿y...ellos saben que esta aqui?-dijo investigando
-no, ni lo sabran- respondi- ellos ya son mayaroes para cuidarse y tienen los recurso que les dejo su madre, no me necesitan.
-yo creo que si- me refuto ella- y usted los necesita a ellos, necesitan saber que estan amparados como cualquiera entristecido por mla muerte de alquien necesitan apoyarse en usted.
-tus palabras duelen tanto lorena- dije yo cabilando mas para mi que para ella.
-¿perdone..?-parecio enmudecer.
-tranquila, simplemente cavilaba, no saben donde estoy, ella me odiara pero soy asi -dije retirandome las gafas, la figura difuminada de sara sin duda era la suya.
-pero...
-nada, sara-le ataje- no hay mas discusion sobre ese tema, vete a descansar- la apremie- mañana saldremos al campo.
Ella quiso decir algo, decirme que estaba equivocado, que no tenia razon, que era un viejo cabezota, pero no la deja, no podia dejarla. Ella nunca consiguio cambiar ese aspecto y era lo unico que seguia conmigo desde siempre... No he conocido la vida sin ti... Las palabras se agolpaban a la vez que las lagrimas se colocaban en sus respectivos sitios siguiendo la ruta que habian repetido tantas veces. ¿y porque tengo que conjocer yo mia asi?
empece a gritarle que era una egoista, una estupida, que no habia tenido ningun derecho de morise, ni derecho a dejarme vivir asi. Entre gritos y sollozos termine por dormirme encima de la mesa sikn darme cuenta, despues del jaleo. A la mañana seguiente me desperte con un aroma a cafe y una manta encima de mi, delante de mi mesa una taza de cafe sostenia una nota que decia:
"Buenos dias D.Carlos, despejese le espero a la salida del pueblo.
Sara."
Sonrei, cauntas veces me habia despertado con un zumo encima de la mesa y sus tipicas notas apremienandome por si las vitaminas se oxidaban...
Me bebi el cafe, derramando las ultimas gotas, mezcladas con el salino, despues sali des despacho...deberia ducharme

Boligrafo






La pregunta había sido formulada y esperaba pacientemente que los alumnos meditaran. En la clase todavía abundaban las caras de sorpresa, de duda, quizá también algunas de verguenza. Por el fondo se oian algunos murmullos, se preguntaban unos a otros que deberían contestar. Algunos lapices se movian nerviosos trazando lineas como si el alumno estuviera curda.
Me pasee por cada una de las mesas mirando los resultados, las respuestas. Algunos alumnos al verme acercarme daban la vuelta al folio disimulando que todavía no tenian la respuesta. Me senté para dejarles continuar y saqué uno de los libros de mi cartera, una novelita corta forrada tal que pareciese un libro antiguo, o al menos uno viejo.
Leí poco a poco, dejando absorver como tantas otras veces. Estaba en el cafe gijon, una mañana cualquiera de un dia cualquiera. Cristobal trasteaba con sus dados mientras yo, con el encima miraba al bullicioso local el cual servía ese día cualquiera a un pequeño concurso para nuevos talentos y antiguas reliquias. Me habían invitado para asistir como jurado, cuando mi palabra no era mas que la de un poeta de pequeños grupos...quizá fue por eso.
No esperaba mas que unos versos sosos y una prosa moderna poco trabajada, pues como habñia aprendido eso era lo unico que encontraba en el día a día.
entonces algo me llamo la atención, me coloqué las gafas y mire con atencion, no podia ser, no podia estar alli.
En una mesa algo alejada estaba una mujercita menuda, no media mas del metro y medio, de cara redondeada, nariz modesta y labios, a mi parecer y recuerdo, suaves y dulces.
Levante la mano y se acercó a mi, con su pequeña cintura, entre andando y corriendo.
-profesor!-una voz salio de algun sitio y la imagen se fue difuminando a la par que una clase llena de alumnos se iluminaba.
-ah, perdona luisa-dije escusandome mientras volvia en mi y despejaba mi cabeza- dime.
-hace un rato que hemos terminado y..ya ha tocado el timbre-me respondio algo preocupada por mi.
-me he despistado soñando despuierto, dejadlo encima de mi mesa y mañana terminaremos.
Uno a uno los alumnos fueron levantandose dejando su cuartilla encima de la mesa, despues empezaron a salir hablando o callando sobre aquello que habian escrito y sobre todo a aquel soipor en el que habia caido yo.
por mi parte, despeus de que el ultimo de clase hubiera abandonado el aula, volvi a abrir aquel libro para volver a ver su imagen, aquel libro que fue publicado en aquel concurso y, que tu madre nunca supo, fue gracias a un empujoncito que le di. Solo le hacian falta animos, siempre pense que era buena, solo le hacia falta que se lo dijeran de verdad ¿no crees isabella?

Biblioteca







Las semanas habían ido transcurriendo en el aquel pueblecito alejado de la mano de Dios. El dolor cada vez menos tangible se desvanecía durante aquellas largas horas de clase en que los alumnos, sumergidos en la explicación, me miraban absortos en mi pulpito. Sin duda esas cosas me recordaban a cuando daba clase en la ciudad, aunque allí nunca se dio esa atención como la de los practicantes cuando van a misa y el cura empieza su sermón.
Las horas que no pasaba dando clase se convertían en un suplicio, en una espera demasiado larga en la que los que recuerdos me asediaban, acosándome en cada esquina, en cada objeto y sobretodo en cada olor. Me había prohibido salir a pasear al campo, pues la primera vez casi no soy capaz de volver atado por una mezcla de tristeza y ensimismamiento.
A su vez, mi dieta se había reducido a legumbres, lo único que podía pagar con mi ajustado sueldo.
La casa que me prestó el alcalde…bueno… siempre fui una persona simple, sin muchas pretensiones materiales así que me vino estupenda para encontrarme cara a cara con mi soledad. Era una casita situada en el final del pueblo, lindando con el vergel que se extendía anunciando la primavera. El comedor, el cual podía recorrer en tres zancadas, estaba amueblado con un pequeño sillón, una mesilla que bien llegaría a las rodillas y de un área suficiente para una taza y un libro de bolsillo, había una estantería semi-vacía, digo semi-vacía porque dudo que alguna vez fuera a estar llena. Las paredes lucían con cuadros de caza e imágenes de santos, las cuales me apresuré a quitar y devolver al alcalde con la excusa de que seguramente algún devoto las necesitaría mas que un humilde ateo. Desde el primer momento aquella revelación de la no creencia supuso un golpe duro para unos conservadores pueblerinos, pero supuse que podría remediarlo de alguna forma.
El resto de la casa consistía en un pequeño cuarto de baño, la cocina y un cuartito en el que cabía una cama si tenías un master en tetris…
¿ves isabella? Ni aún en medio de la nada puedo…


La casa en general podía decirse que era una chabola, pero eso si, no necesitaba mas para un par de horas que pasaba despierto en ella.
Aquel pueblo me ocupa las horas que en otro caso daría a pensar, me da la tranquilidad que necesita mi alma atormentada, dolorida, muerta… De vez en cuando sara sube al pueblo, es la viva imagen de tu madre, cada vez que viene tengo que aguantarme las ganas de llorar isabella, porque me viene su imagen ese día.

Tu estabas trabajando isabella, serian casi las 9 de la mañana. Yo tenía que entregar un proyecto para que me dieran un presupuesto para iniciar la investigación, pero me había levantado con fiebre y dolores de cabeza. Tu madre estaba trajinando en la cocina exprimiendo unas naranjas como le delataba el sonido inconfundible del exprimidor y aquella sonrisa con la que se levanto de la cama semidesnuda añadiendo: “ahora vengo amor”. Aun puedo oler el olor de aquella naranja, y las tostadas con mermelada y manzana corta a cachos, como hacía siempre que me veía decaído… Fui a levantarme, a ir a entregar el proyecto pero ella se ofreció a llevarlo, tenia libre en la universidad, no tenía que dar clase hoy…me acuerdo de sus palabras de lo que dijo de lo que llevaba en ese instante : “vuelvo en nada, tranquilo”…”mas te vale” fue mi respuesta, fue lo último que le dije, ella se fue riendo, con esa sonrisa que tanto me enamoró. Me había prometido no llorar isabella, pero cada vez que lo recuerdo soy incapaz de cumplir mi promesa…Hay muchas cosas que no sabes y que nunca has sabido, quizá te las cuente, para que mi vida no sea solo una historia mas y sobretodo para que la suya pueda ser recordada, al menos como la viví yo…

Aula





Las dos primeras semanas en el pueblo fueron...¿qué fueron? no llegaría a decir desilusion, pero no me agrado. Los pueblerinos eran unos beatos concienciados, como habia escuchado una vz...unos chupacirios. Las demostraciones de fe en semana santa, pense, deberían de ser horribles.
Pasado el tiempo de pascua me incorporé a una clase, dada mi cualificación, me toco el último curso. Aunque el nivel de enseñanza no era mas que un simple entretenimiento, no era esa mi principal intención.
Nunca he descrito a nadie, no he dado detalles, es para que no me encuentres cuando lo leas isabella, tienes el mismo afan que tu madre y seguro que ya lo has intentado varias veces. Pero hoy descruibire el primer día en ese colegio.

Entre en la clase, unos veintitantos pupetres en orden de a uno dispersados.
Los chicos miraban atentos, como si aquello que fueran a escuchar fuera su revelación, su pasaje para salir de un pueblecito que, en contra de la sociedad, se retenía en una época pasada. Caminé ligerametne hasta la mesa dejando mi austero maletín encima de la silla. Los jovenes me miraban, habían oido rumores de que era de la ciudad, profesor de la universidad... Cogí la tiza y golpee varias veces la mesa.

-Buenos dias, soy carlos r...bueno simplemente usad carlos- no, nadie tenía que saberlo- seré vuestro tutor y os impartiré clase a partir de ahora.
Los chicos no abrieron la boca, se notaba que eso era muy diferente de la ciudad. Fui a coger aire para hablar cuando un golpe sonó en la puerta.

-¿si?-la puerta se abrío en respuesta, dejando psar a la pequeña sara que miraba timidamente desde el umbral de la puerta.
-venia a despedirme Don carlos-dijo bajando la mirada.
-ah, muy bien lo..-me pare, ¿acaso había pensado aquello que había estado a punto de decir?-sientate si queires, terminaré pronto.
-ah...bueno vale-dijo ella algo aturdida.
Cuando sara se sentó recobre mi compostura no había habido ni un murmullo, se notaba que todos esos chicos deseaban salir de aquel pueblo y soñaban con algo mas que cuidar unas mulas hasta su muerte...cuantos en la ciudad se cambiarían con ellos...que ironico.
-Bien, solo tengo una cosa que deciros-cogí aire, dejando un silencio sordo posarse en el ambiente, un momento el cual esperé que se tensara como solía hacer con mis novelas, el punto exacto- No estoy aqui para enseñaros a sumar, restar, analizar frases- aquelo chocó, los chicos empezaron a ponerse nerviosos, sara miraba con expectación- estoy aqui para nseñaros a pensar, para enseñar a amar el saber, a disfrutar de un buen libro, de una buena novela, a amueblar vuestra cabecita. para que dentro de unos años, seais catedraticos o recogais simplemetne naranjas en el huerto, podais tener la cabeza bien alta porque ante todo seias personas sensatas y con una cultura.
Se hizo el silencio, sara estaba agarrada al borde de la meas con los ojos apunto para llorar, marrones, cristalinos...
-¿alguna pregunta?-dije dirigiendome a los alumnos.
Uno levanto la mano, mirandome con recelo.
-¿si, te llamas?-pregunté-
-Soy Francisco pérez. Profesor...si no vamos a dar matemáticas..¿que hacemos con el libro?-preguntó preocupado pues la enseñanza resultaba costosa.
-Tranquilo francisco-respondi entre risas- he dicho que no estoy aqui para hacerlo, pero lo hare, lo dare
Después de un rato de presentaciones di por finalizada la clase y acompañe a sara al aden, me dolía que se fuera, que empezara el curso, pero tambien me gustaba que aprovechara el tiempo y ademas..si estaba cerca no podia dejar de temblar... aun me dolía demasiado.

Pueblo





Nunca podré explicar porque me quedé allí, ni el mismisimo gongora con sus preciosas metáforas sería capaz de captar ese lugar. No seré yo quien lo intente.
Quedará como el hipotético eden del que Dios tiró a Adan y a Eva.

Cuando llegué, todas mis penas se disiparon, todo adquirio tonalidades en lugar de un monocromatico gris o un austero blanco y negro.
La chica, porciero se llamaba sara, me guió por las callejuelas de lo que yo llamaré vetusta, por dejar libre de contaminacion semejante paraje.
Mientras andabamos me iba contando con ensiasmo familiar cada rincon de pueblo, sus habitantes simples, sus trabajos cotidianos, la pequeña escuela... Mi mente se paró, era sin duda el destino, por una vez mi metne no tenía dudas de que la guiaban, de que le estaban hablando.
Gracias a mi pequeña compañera llegue al ayuntamiento, excusando con frases escondidas para que no supiera lo que prentendia.
me costo poco llegar hasta el alcalde, el hombre me recibio en su despacho y casi el da un sincope cuando le pedí si podía dar clase en el colegio. El hombre no daba credito, una persona con mis estudios me decia..en un pueblo como este...
Le sonreí, despues mire por la vente a ese clima primaveral y respondí.
-es lo que hubiera querido...-El hombre no fue capaz de responder, al cabo un rato me dijo que me conseguiria un luigar para dormir y que pasadas las pascuas podría empezar las clases.
Salí y se lo cometne a sara ¿su reaccion? me la guardo, asi como guardo todos esos detalles suyos, que me hacen recordar y evocar, que me dicen quien fui, pero ya no soy....

Tren




Era el orden natural, ahora estaba en un lugar mejor. Las palabras del parroco se repetían en mi cabeza martilleandola con el recuerdo de que ya no estaba allí. Me había levantado y le había dicho que se podía meter a su dios por el culo, que podía atragantarse con su condescendiente misercordia y blasfemé varias veces sobre la figura de cristo.
Hacía 2 meses de eso, ahora el tren se movia a gran velocidad, mientras que en la radio todavía salia la noticia. Los medios habían bombardeado sobre el accidente acosandome a cada momento hasta que golpee a uno de esos chupasangre. Me denunciaron pero me dio igual.
El paisaje era verde, o por lo menos todo lo verde que podía ser en nuestros tiempos, el cielo resplandecia, era una bun día de primavera, a ella le hubiera gustado estar aquí.
De pronto una sombra tapo mi figura, sin duda el reviso, pero cuando me di la vuelta vi a una muchacha risueña de unos 16 años, llevaba el pelo recogido en dos coletas y escondia su rostro tras una carpeta.
-perdone...-me dijo
-¿si?- agache la cabeza por miedo a que me reconocieran
-¿podría...firmarme?-me tendio un libro..no, no era un libro cualquera, era el primer libro que publiqué.
No debería haberlo hecho, debería haber dicho que era otro, que simplemente se había equivocado, que era un paleto que no sabía hacer la o con un canuto, pero se parecia demasiado.
Saque la pluma del estuche, el bote de tinta y tras repetir el proceso que tantas veces había evitado ahcer, moje la pluma, escurriendo las gotas y escribiendo, bueno, mas bien dejando que la literatura escribiese.
La chica se alegro de ver una nota tan personal, tan intima.
le ofrecí que se sentara, y me contó que iba a su pueblo. El nombre me llamó la atención, era desconocido, de dificil acceso, en medio de lo que ella describió como un vergel de naturaleza viva. Entonces no lo pensé bien, no pensaba, pero le dije que le acompañaría y que tomaría ese pueblo como mi nuevo destino...

Clepsidra




Gota a gota la clepsidra ahoga el tiempo, desfalleciendo cada momento en una agónica e inutil batalla por salvarse, una batalla que esta evocada al fracaso.
a través del líquido se ven una formas, distorsionadas por ella. Las figuras se mueven como en un teatro mudo, en una danza entre sombras y luces incoloras. Asexuales, se pierden entre abrazos y caricias por un lugar oscuro.
El escenario queda vacio y mi mente imagina a las dos figuras, pero un movimiento de cabeza le hace entender que no es el momento.
Devuelvo mi alma a la habitación, a mi mundo. Varios libros se han amontonado en la mesa, esperando ser leidos o como mínimo devueltos a sus estanterias, a su punto de origen.
La taza de cafe frío desprende un olor que me marea, juntandose con la capa de polvo normal alli.
Rebusco entre los papeles, miles de apuntes, de escritos sin sentido, algunos rayados hasta la saciedad, otros manchados, al final, un brillo metalico me hace agarrar el movil y con un sonido de dong, veo la hora que es. Todavia me queda un rato. Sigo rebuscando hasta encontrar la cajetilla de tabaco, esta nueva. Abro el mechero y enciendo el fuego, lo contemplo durante un rato y despues cerrandolo, lo lanzo al sulo junto con la cajetilla. Maldito vicio...
Me levanto, notando la espalda como cede, crujiendo. Los años me pesan mas que nunca.
Empiezo a andar parandome en el cuarto, la cama esta hecha, quizá no la haya usado en meses, no soy capaz de tumbarme.
Cierro la puerta y cojo la carta, va dirigida a la universidad, es mi carta de despedida, hay otra debajo que he preparado para mis padres.
Cojo el estuche con la pluma y la carpeta, la meto en la bolsa junto con los pasajes del tren, despues de coger la cartera y al ponerme la chaqueta el movil suena, leo la pantalla y sonrio. Es un encanto, siempre preocupandose por mi. Pongo en silencio el movil y despues lo apago.
Recojo mis cosas y salgo, cartas en mano, dispuesto a no hechar la vista atras.
En la casa queda todo el recuerdo, todos nuestros libros y el primer ejemplar que le dedique...Alguien sabra que hace con todo eso...