martes, 8 de octubre de 2013

El despertar

La arena del desierto se le metía en los ojos, haciendo que tuviera que cerrarlos por momentos, guiándose sólo por su oído. El viento golpeaba su cuerpo, un viento capaz de mover una casa, pero en aquel momento nada hubiera podido moverle. Llevaba andando por el desierto durante 30 días, escapando de una ciudad que le había dado la espalda. La antigua Uruk le había dado la espalda a su Rey, su travesía para encontrar la inmortalidad le había traído más preguntas que respuestas y a la vuelta su gente le había dado la espalda, al ver en lo que se había convertido.

30 días había pasado andando solo bajo la luna por el gran desierto que se encontraba al sudeste de su país natal, había andado demasiado, tanto como su sangre se lo permitía, alimentándose de pequeños mamíferos que salían cuando el sol dejaba de calentar las arenas.
El viento se detuvo y el gran rey pudo abrir los ojos para ver aquello que se levantaba ante su mirada. Una gran pirámide, una gran construcción todavía sin terminar que se levantaba imponente sobre el suelo del desierto. Era tan grande que casi había olvidado lo que se extendía más cerca de él, antes de cruzar el gran río y perderse en el territorio de la muerte. Un gran palacio construido en adobe se levantaba a las orillas del río, el rey sonrió, era una construcción que le recordaba a los palacios de su país natal, de su bella Uruk, pero aquello también hizo que sintiera una dura punzada en su corazón.

Se escabulló entre las sombras de la noche y avanzó hasta las escaleras del palacio. Las patrullas de guardias paseaban por los alrededores cuidando de que nadie entrara en el palacio sin ser invitado. Pero aquellos eran simples hombres y el, en su condición de Dios, no tenía nada que temer de ellos. Miró hacia los balcones superiores y vio entre todos aquellos uno que mostraba un pequeño brillo tenue de la luz de una vela. Cogió impulso y saltó hacia el balcón, salvando la distancia que lo separaba sin ningún tipo de esfuerzo. La entrada estaba tapada con unas cortinas de seda que al recibir la luz de la lámpara de aceite se volvían transparentes como el agua del río. 

Dentro, una figura se encontraba sentada en un pequeño taburete, esperando. El rey se deslizó por la entrada como un fantasma, invisible al ojo de cualquier mortal. Al entrar en la estancia, sintió el aroma de los aceites y el incienso quemándose, era un olor dulzón que le enturbiaba los sentidos.
-¿Quién se atreve a entrar en los aposentos de la hija del faraón?-dijo una voz femenina que venía del lugar donde había visto la silueta. Al concentrar su visión no pudo más que abrir la boca, sin saber que decir. Era una mujer hermosa, no, mucho más que eso, era la belleza personificada. Era la musa que había inspirado los poemas de amor, era la diosa de la fertilidad hecha mujer bajada a la tierra para deleitarnos con su visión y hacer soñar a los hombres con todo aquello que jamás podrían tener. El hombre hizo desaparecer su embrujo y apareció de entre las sombras, su ropa era apenas un vestigio de lo que habían sido antaño las ropas de un gran gobernante.
-Se me ha conocido por muchos nombres a lo largo de la historia, pero ahora apenas tengo uno, apenas tengo alma, pues he perdido toda mi identidad-dijo el hombre, su bestia clamaba en su interior por coger a aquella joven y saciar su hambre con su cuerpo, con su sangre y con su alma, pero el luchaba para no saltar sobre ella y clavar sus colmillos sobre su fino cuello.
-Entonces serás Uruk, señor de toda Mesopotamia, portarás el nombre de tu tierra, como castigo por no haber sabido conservarla-su voz no era de castigo, no se altero en ningún momento, sonaba dulce como la nana para un niño, todo en ella era un reclamo para la paz del alma.
-¿Y quién eres tú para hablarle así a Uruk, el que cruzó su tierra para encontrar a Ziusudra, el de los tiempos remotos?-Dijo el sumerio, todavía encantado por la mujer.
-Mi nombre es Isis, señora del alto y bajo Egipto-Dijo ella sonriendo al rey.

Él no dijo nada más, y ella se acercó a Uruk, las luces bailaban sobre la fina túnica que apenas tapaba su cuerpo, un cuerpo esculpido en el más fino material. Ella se deshizo de la túnica que tapaba su cuerpo y le esperó vestida sólo con el oro que decoraba sus brazos. La bestia del hombre no aguantó un segundo más y se lanzó sobre la joven. Atravesaron la habitación en un suspiro cayendo sobre las sabanas, el hombre la besaba apasionadamente recorriendo cada centímetro de su cuerpo, deleitándose con sus curvas, con su piel perfecta, con la suavidad de sus senos, tan firmes. Mordía sus pechos haciéndole pequeños cortes de los que manaba la sangre, la sangre más dulce que jamás había probado. Ella gemía de placer, disfrutando cada momento, como si lo hubiera esperado durante siglos. Se dejó llevar por las manos del rey que la manejaba con una facilidad casi inhumana. Aprovechó su cuerpo a cada centímetro, a cada segundo y al consumir el éxtasis de la noche, reposaron el uno junto al otro.
-Sabías que iba a venir -Dijo el sumerio, exhausto.
-Sí, te llevo esperando siglos-dijo ella mientras acariciaba el pecho del Antiguo-Soy Isis, señora de la belleza, pero también soy Isis la Gran maga y estaba destinado que tu aparecieras, porque a partir de este momento, yo seré tuya para siempre y tú serás mío hasta que el Dios sol caiga sobre nuestras cabezas y acabe con todo.

Él la abrazó fuertemente, ahora sabía porque había llegado hasta allí, por qué había decidido cruzar el gran desierto, movido por una fuerza que le impulsaba a seguir más adelante. Ella le besó suavemente en los labios y se deshizo de su abrazo, caminando por la enorme habitación, se giró y le sonrió. Un sonido cortó el aire y un cuchillo se clavo sobre la diosa que cayó al suelo con un golpe sordo. Uruk se levantó del lecho y miró hacia el balcón, allí recortado contra el umbral se encontraba aquel Dios babilonio que le había arrebatado a su pueblo.
-¡MARDUK!-Grito el sumerio, y las paredes del palacio temblaron.
-Has recorrido muchos kilómetros Gilgamesh, pero ya no tienes a dónde ir, Enkidu no está aquí para protegerte, no eres más que un chiquillo asustado que se ha quedado sin su juguete -El rey miró a la joven que yacía en el suelo- tranquilo, aun no está muerta, tarada un rato en morir, primero quiero jugar con ella.

Aquellas palabras encendieron la ira del Antiguo, sus ojos se inyectaron en sangre, sus colmillos salieron y las garras emergieron de sus dedos como grandes puñales. Todo pasó en un segundo, como si fuera un rayo Uruk atravesó la estancia golpeando al Dios con todo su cuerpo, rompiendo parte del balcón y proyectándolos contra la arena a varios cientos de metros más allá.

Marduk intento sobreponerse al Matusalén, que le golpeaba enérgicamente, con una rabia casi animal, lo golpeaba una y otra vez. El babilonio le cortaba con su espada, le golpeaba intentando quitárselo de encima pero las heridas no paraban al vampiro que lo redujo a un montón de sangre y vísceras. El Dios dejó de moverse, respirando con dificultad.
-Ya no soy Gilgamesh, ni Meshikiaggasher, ni Enmekar, ninguno de esos nombres existe ya, sólo soy Uruk, pues soy lo que queda de mi pueblo, pero esta noche voy a recuperarlo.-Los colmillos del vampiro salieron para morder al Dios pero algo lo detuvo, el Dios ya no estaba en el suelo. A unos metros más allá alguien lo sostenía entre sus brazos. Otro hombre de apariencia similar lo sujetaba sobre su hombre, como un fardo de paja vieja. Lo reconoció enseguida, otro de los señores del panteón.
-Emesh…-Susurró Uruk con furia.
-Ya no tienes nada que hacer, rey perdido de Uruk, ya no tienes nada, así que desaparece.

Uruk corrió a atacar a los dos Dioses pero cuando llegó hasta donde estaban, ya habían desaparecido, un alarido de furia atravesó todo Egipto, helando el alma de todo habitante que lo escuchara. Lleno de furia volvió al palacio de Isis, donde la encontró en el suelo, bajo un charco de sangre, todavía respirando, muchos guardias la rodeaban. Cuando llegó Uruk levantaron las lanzas e intentaron capturarlo, pero bastó una mirada para que sus manos temblaran y soltaran las lanzas cayendo al suelo de rodillas.
Él se acerco a ella y la cogió entre sus brazos, respiraba con dificultad, y sus ojos parecían estar mirando más allá de este mundo. Aquello lo había visto hacer, cuando él fue a ver al sabio que estaba fuera del tiempo, y podía hacerlo, podía salvarla. Se hizo un corte en la muñeca y la sangre salió en un pequeño hilo. Recostó a Isis sobre su pecho y le acerco la muñeca para que bebiera de su sangre y sanase. Ella le sujetó el brazo, apartándolo.
-Soy Isis, Gran Maga de Egipto, soy tuya hasta el fin de los Días porque es mi decisión, aleja tu sangre y déjame partir hacia el más allá, porque allí me encontrare con Osiris y él me devolverá al mundo para que podamos encontrarnos de nuevo -Ella le sonrió y cogió su cara entre sus finas manos besando sus labios y cayendo inerte sobre sus brazos.

Uruk se levantó y salió del palacio con Isis todavía en brazos, y avanzó hacia el rio que cruzaba todo el país, el sol salía ya por el este y la piel del antiguo se tornaba roja y empezaba a quemarse, un pequeño humo empezó a salir de cada parte de él. Avanzó hasta la orilla del Nilo con la mujer entre los brazos, y cruzó hasta  que la pudo sumergir completamente. Cuando el primer rayo de sol toco el cuerpo de la joven, este comenzó a brillar y empezó a desaparecer. Uruk avanzaba por el rio mientras su piel se tornaba roja y empezaba a quemarse, el dolor era aterrador, su piel se calcinaba por momentos en una agonia inhumana. Cuando cruzó el nilo en su totalidad, Isis había desaparecido de sus brazos y había partido hacia el otro mundo. Su piel, completamente negra, se resquebrajaba a cada movimiento. Cansado y derrotado se fundió con la arena del desierto para descansar.

Aquella visión le había vuelto después de tanto tiempo, había soñado despierto con aquella noche, con su Isis que se quedaba desnuda contra su cuerpo y el la abrazaba para que marchara, pero siempre se marchaba. Hacía demasiados siglos que no soñaba con aquella noche y aquello no podría traer nada bueno. El matusalén llevaba casi un milenio durmiendo, esperando que su diosa volviera a la vida, sentado en el gran trono, bajo el zigurat que llevaba el nombre que años atrás había usado como rey. Su cuerpo permanecía inmóvil como una estatua, pero su consciencia viaja por el mundo, buscando a aquellos demonios mesopotámicos que le habían robado su vida.

Su mente viajó hasta un pequeño desierto donde una joven era perseguida por dos hombres, no hubiera prestado atención si no fuera por los pensamientos que logro leer en la mente de los hombres. Siguió con su pensamiento la imagen de los dos, que la llevaron hasta un complejo que estaba escondido en el subsuelo, su mente intento penetrar pero las defensas mágicas del lugar le impidieron ver lo que había dentro. Invocó sus poderes y llamó a los roedores que allí se encontraban, poseyendo el cuerpo de todos ellos. No le costó que entraran por los conductos de ventilación y rastrearan a la joven hasta una celda.

Era un lugar oscuro, sin ninguna ventana, apenas una luz parpadeante iluminaba tenuemente la estancia. Pero allí estaba ella, tumbada en un camastro, bastante herida. Y frente a ella dos grandes hombres la miraban, sonriendo. Eran ellos dos, los que había estado buscando desde entonces, Marduk y Emesh. La consciencia del matusalén volvió rápidamente a su cuerpo e intentó levantarse, su sangre empezó a encenderse y su cuerpo empezó a moverse perezosamente. No podía, todavía era muy pronto, llevaba demasiado tiempo dormido. No pasaba nada, podía esperar, había esperado mucho tiempo. Su consciencia volvió otra vez a la sala, a uno de los pequeños roedores. Si no podía llegar hasta a ellos, quizá pudiera ocuparse de entretenerlos.

3 comentarios:

  1. Pues sí que me lo había pasado antes, y te digo lo mismo que le he dicho a ella: ME HA ENCANTADO.
    Joder, es que mira que te ha quedado bien!!!
    Enamorada de Uruk, me hallo. Me gusta muchísimo porque les da más profundidad a los sumerios...
    Y es que culturalmente, adoro ese periodo. Ains :_D

    Si estás on fire, no te cortes, tu sigue, eh? ^^
    Lo voy a colocar antes de que suelten a Claudia, y añado el enlace en la entrada ;)
    Gracias!!!!! :D :D :D

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  2. Jajajajajaja la ventaja de estudiar historia, que tienes muchísimas fuentes para sacar información :D
    Ademas Neptune y yo teníamos una bonita historia sobre isis y un vampiro, en la que isis iba muriendo y reencarnándose una y otra vez, para juntase y separare eternamente y me pareció chulo.

    Ademas, a nep le encanta encontrarse estas cosas cuando se conecta ^^

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  3. Pues deberías escribir más cosillas sobre ellos, porque está genial, genial...
    La idea es tan... TAN!! Lo de irse encontrando y todo eso *_*

    No me extraña que le encante encontrarse estas cosas, no me extraña nada...

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